El ambiente era tenso en la oficina, Grecia estaba ansiosa por saber cual era la verdad detrás de lo que sabía Ernesto. La luz del sol se filtraba a través de las ventanas, iluminando los documentos esparcidos sobre la mesa. En el aire, se sentía una mezcla de ansiedad y determinación. Grecia, con una mirada desafiante, cruzó los brazos sobre su pecho. —¿Y bien, Ernesto? Estoy esperando una explicación —dijo con firmeza. Ernesto, visiblemente nervioso, tomó un respiro profundo. —Muy bien, Grecia. Te voy a decir la verdad, pero antes debes prometerme que no le dirás a Guillermo que fui yo quien te lo dijo. Grecia frunció el ceño, intrigada por la revelación que estaba a punto de recibir. —¿Pero por qué no quieres que Guillermo lo sepa? ¿Acaso se trata de algo malo? Ernesto se movió en su silla, buscando las palabras adecuadas. —La verdad es que estoy seguro de que para Guillermo no debe ser nada agradable que tú lo sepas. —Ya déjate de rodeos, Ernesto. Dime qué es lo qu
Laura temblaba, la presencia de Pablo la perturbaba cada vez más. No tenía idea de lo que iba a decirle, pero estaba tan obstinada con todo lo que estaba viviendo que decidió enfrentarlo. —¿Qué pasa, Pablo? ¿Qué es eso tan importante que tienes que decirme? —preguntó, intentando mantener la voz firme sin demostrarle miedo, aunque por dentro se estaba muriendo del susto. Pablo la observó con una media sonrisa, sintiéndose completamente seguro de que iba a manipularla a su antojo. Su mirada tenía ese brillo incómodo que hacía que Laura quisiera salir corriendo. —Laurita, sé perfectamente dónde pasaste la noche —le dijo, dejando escapar una sonrisa llena de malicia. El rostro de Laura cambió al instante. Se quedó inmóvil, y su piel se tornó más pálida que de costumbre. —¿Qué… qué estás diciendo? —preguntó con la voz apenas audible, sintiendo que el corazón se le disparaba dentro del pecho. “¿Qué sabe este tipo que se atreve a decirme eso?” se preguntó mentalmente, sin quit
Grecia había salido de la oficina y bajó ansiosa al restaurante para encontrarse con Mercedes. Tenía que contarle la decisión que había tomado, sabía que a partir de ese momento cambiaría el rumbo de sus vidas. —Pensé que jamás te desocuparías —dijo Mercedes, aliviada al verla. —Sí, yo también pensé lo mismo, amiga. Pero vamos a sentarnos a una mesa y ordena que nos preparen el mejor menú, porque tengo que hablar contigo de algo muy importante —respondió Grecia, con un tono de seriedad que hizo que Mercedes frunciera el ceño. —Bueno, la verdad es que tienes mucho que contarme, especialmente lo que pasó con Úrsula. Eso me tiene muy intrigada —respondió Mercedes, con una ansiedad evidente. —Bueno, eso puede esperar. La verdad es que no fue la gran cosa, pero esto que tengo que decirte sí es importante que lo sepas en este momento —dijo Grecia, tratando de contener la tensión en su voz. —¿Qué pasó? Ya me tienes en ascuas. Dime, ¿qué pasa? —¿Recuerdas los planes que tene
Capítulo 1: La traición Nunca imaginé que mi vida cambiaría tan drásticamente en un instante. Me desperté aquella mañana en la lujosa mansión de los Ripoll, sintiendo el peso de la opulencia a mi alrededor. La luz del sol se filtraba a través de las cortinas de seda, iluminando mi habitación con un brillo dorado. Sin embargo, a pesar de la belleza que me rodeaba, mi corazón se sentía agobiado. Desde que me casé con Luis Fernando, siempre supe que su familia no me aceptaba por mi condición humilde. Yo, una mujer proveniente de una familia de bajos recursos, sin tener un apellido importante, había logrado lo impensable al casarme con el heredero de una de las familias más ricas de Nueva York. Pero a pesar de mi amor por él, la sombra de Laura, su exnovia, siempre estaba presente. La gente la adoraba: era hermosa, de alta sociedad y con una personalidad que podía encantar a cualquiera. Era la candidata perfecta que sus padres querían para esposa de Luis Fernando. Esa mañana, m
Empujé la puerta de la oficina con la esperanza de encontrar a Luis Fernando un poco más tranquilo y dispuesto a escucharme. Sin embargo, lo que vi me dejó paralizada. Allí estaba él, abrazado a Laura, compartiendo un beso apasionado que me desgarró por dentro. —¡Luis Fernando! —grité, con mi voz temblando de indignación y dolor. Me sentía devastada, como si el suelo se abriera bajo mis pies. Había ido a buscarlo con la única esperanza de que pudiera creer en mí, de convencerlo de que las fotos eran un montaje, pero al verlo junto a Laura, me di cuenta de que todo estaba perdido. Luis Fernando se separó de Laura de inmediato; su rostro reflejaba sorpresa y confusión, era obvio que no esperaba verme allí después de haberme dejado destrozada con sus insultos. Sin embargo, al verme, su expresión se tornó en una mezcla de dolor y reproche. Laura sonreía con malicia, como si supiera que su plan había funcionado a la perfección. —¿Qué haces aquí, Grecia? —preguntó Luis Fernando, frun
Al salir del edificio, el aire frío de la ciudad me golpeó en la cara; sin embargo, no sentía el frío. Mi corazón estaba helado por el dolor. Caminé sin rumbo, no sabía a dónde ir o a quién acudir. Ya no tenía a mis padres, no tenía amigos que pudieran ayudarme; todo lo que veía a mi alrededor se desvanecía. Las calles de Nueva York, que alguna vez me habían parecido llenas de posibilidades, ahora se sentían vacías y solitarias. “Dios mío, no sé qué voy a hacer. No tengo dinero, ni dónde pasar la noche”, pensé mientras caminaba con la mirada perdida. Me detuve en una esquina, apoyándome contra una pared, mientras las lágrimas caían por mi rostro, me sentía débil. Había dejado la mansión de los Ripoll con la esperanza de recuperar a Luis Fernando, pero ahora me sentía más sola que nunca. Sin embargo, en medio de mi desesperación, una chispa de determinación comenzó a encenderse dentro de mí. Sabía que no podía dejar que Laura y Luis Fernando me destruyeran. Tenía que levanta
Mercedes llegó muy temprano al restaurante, me llevó todo lo necesario para pasar unos días, ropa, cepillo de dientes, y demás artículos personales, pero lo más importante en todo eso, era sin lugar a dudas: la prueba de embarazo. — Buenos días Grecia, ¿Cómo dormiste? —dijo colocando las bolsas sobre el escritorio. — Estaba tan cansada, que me quedé dormida apenas te fuiste, y desperté muy temprano pensando que tal vez todo había sido una pesadilla, pero al verme en esta oficina, me di cuenta de que todo había sido real. — No te aflijas amiga, ya verás que dentro de poco superarás todo y hasta te reirás de todo esto. — Eso espero Mercedes. Ya veo que me trajiste muchas cosas. — Pues sí, antes de llegar aquí, pasé por la farmacia y compré esta prueba de embarazo. Necesitas hacértela inmediatamente; debemos salir de dudas. Ojalá esté equivocada. —decía preocupada. Tomé la caja de la prueba sin decirle nada, sintiéndome aterrada ante la posibilidad de que, después de
Hubo un silencio que duró unos segundos, pero que para mí fue eterno. Guillermo no se veía bien; no cabía duda de que enterarse de que yo era la esposa de un Ripoll le había afectado más de lo que podía imaginar. Sentí un miedo aterrador. Por segunda vez, pensé que, después de haber aceptado que trabajara embarazada, ahora si no habría nada que me permitiera quedarme en el restaurante. Si acusaba a mis suegros de ser responsables de la muerte de sus padres, mucho menos querría tenerme cerca, sabiendo que iba a traer al mundo al nieto de sus asesinos. Me armé de valor y le dije con voz temblorosa: —Guillermo, después de esto que acabas de decirme, creo que lo mejor es que me marche de aquí. Gracias por todo. Adiós. Caminé hacia la puerta, ya a punto de salir, cuando escuché su voz, con un tono autoritario: —Tú no vas a ningún lado. Me quedé paralizada y lo miré aterrada. “¿Será que piensa vengarse de mí por lo que le hicieron mis suegros a sus padres?” pensé, sin atreverme a