—¿Interrumpo? —dijo Úrsula, con una expresión de picardía que sorprendió a Grecia y Ernesto, quienes se separaron al instante. Sin embargo, Grecia se sentía atrapada a pesar de no haber hecho nada malo.
—¿Qué haces aquí, Úrsula? ¿Y por qué entras sin llamar a la puerta? —preguntó Grecia, con su voz temblando de nerviosismo y molestia, pero especialmente hacia Ernesto, que era el responsable de todo.
—Vine a traer el café que ordenó señora—respondió Úrsula en tono irónico, encogiéndose de hombros—. La puerta estaba entreabierta; no pensé que interrumpiría un momento tan… romántico. —sonrió con malicia.
—Mira, cállate, Úrsula. No te permito que me faltes al respeto —gritó Grecia, mientras Ernesto permanecía en silencio, sintiéndose culpable por la situación que había provocado.
—Pero si no le estoy faltando al respeto. Solo me parece irónico que esté haciendo lo que tanto criticó a Guillermo y a mí —replicó Úrsula con una sonrisa burlona.
—Eso es muy diferente, Úrsula —dijo G