El ambiente en el apartamento era tenso. Susana, aún temblaba de terror por el enfrentamiento que había tenido momentos antes con El Cuervo, sabía que debían actuar rápido. El tiempo apremiaba y la policía podía aparecer en cualquier momento.
—¡Vamos, Susana! Debes darte prisa solo lleva lo necesario no podemos darnos el lujo de llevarnos muchas cosas porque no sabemos aún a dónde vamos a ir. —decía El Cuervo visiblemente nervioso mientras hacía unas llamadas a su celular sin que Susana supiera que estaba tramando. Al colgar regresó donde estaba ella y le insistió: —No tenemos tiempo que perder. Necesitamos salir de aquí lo más pronto posible.
Susana, aún en estado de shock, comenzó a recoger algunas cosas. Abrió el armario y sacó lo primero que encontró: ropa de Valentina.
—¿Y qué hay de la niña? —preguntó, con la voz entrecortada—. No podemos dejarla aquí sola.
—No, no la dejaremos —respondió El Cuervo, mientras buscaba en el cajón de la mesita de noche—. Pero debemos actuar rápid