Mientras Luis Fernando caminaba hacia el auto, la lluvia caía a cántaros, empapándolo por completo. A pesar de que sostenía su paraguas, el viento lo movía de un lado a otro, y las gotas de agua se colaban por los bordes, empapando por completo su ropa. Se escuchaba El fuerte sonido de la lluvia cayendo sobre el asfalto, y cada paso que daba lo hacía sentir más incómodo, especialmente cuando los charcos salpicaban sus zapatos. Sin embargo, a pesar de las circunstancias, iba decidido a ayudar a la persona que estaba dentro del auto.
Con una mano temblorosa, tocó el vidrio de la ventanilla. Cuando esta se bajó lentamente, Luis Fernando no podía creer lo que veía. Sus ojos se abrieron de par en par, y una expresión de desagrado se plasmó en su rostro.
—¿Tú? ¿En serio eres tú?—exclamó, con incredulidad, sintiendo al mismo tiempo un profundo coraje. No podía creer que la vida lo hubiera puesto en una situación tan embarazosa. La lluvia seguía cayendo con fuerza, poniendo el ambiente aún má