Capítulo 54 – Lo que queda después de todo.
El dolor me clavó las rodillas en el asiento antes de que pudiera pensar. Un latigazo que me arrancó un grito ahogado y me dejó sin aliento. El volante tembló bajo mis manos; el mundo se redujo a una luz amarilla que se abría y cerraba detrás de mis párpados. La carretera se desdibujó en líneas borrosas y la respiración se me hizo cristal fino que podía quebrarse en cualquier momento.
Arranqué el coche como si fuera un animal herido. No supe cuánto tiempo conduje. No sé si fueron minutos o horas. Sólo sé que el dolor venía en oleadas, cada una más feroz que la anterior, y que con cada ola mi vientre se encogía como si alguien quisiera vaciarme por dentro.
Un coche me adelantó prácticamente rozando mi puerta. No lo vi. No sentí nada salvo el principio del mundo desmoronándose dentro de mí. Las lágrimas se mezclaban con el sudor y la rabia que aún ardía bajo la piel. ¿Por qué ellos? ¿Por qué me habían robado todo? ¿Por qué me habían dejado a solas con esto?
Finalmente, tomé la salida ha