a risa se deslizaba entre los árboles como un eco hecho de luz. Vecka corría detrás de ella sin sentir cansancio, sin miedo, sin esa presión constante en el pecho que llevaba semanas oprimiéndola. El bosque era tan vívido que cada sombra tenía un brillo suave, como si la luna se hubiese derramado sobre las hojas. Podía sentir la tierra húmeda bajo sus pies descalzos, la brisa fría que se enredaba en su cabello, y sobre todo… esa risa.
Esa risa femenina, ligera… casi infantil volvió a escucharla.
Vecka aceleró el paso, apartando las ramas con un entusiasmo que no se explicaba. No sabía quién era la mujer que la llamaba, pero tampoco le importaba. Solo quería alcanzarla. Solo quería llegar a ella.
El sonido la condujo hacia un claro. Allí, abrazado por montañas y árboles altos, descansaba un lago gigantesco, tan inmóvil que parecía un espejo de cristal. La mujer estaba de espaldas, sentada en la orilla. Cabello rubio, largo, brillante como hilos de sol, moviéndose con el viento, V