Al día siguiente, después del almuerzo, Marta fue por su cartera mientras Laura y Marcos caminaban hacia el coche para la consulta médica.
—Ya falta tan poco. ¿No te parece increíble, mi amor? —comentó Laura, con una sonrisa que le iluminaba el rostro.
—Sí, es increíble cómo pasa el tiempo —respondió él, abriéndole la puerta del coche.
Minutos después, Marta subió al asiento trasero. Su expresión revelaba una ligera inquietud.
Mientras Marcos conducía y Laura hablaba sin parar, Marta dejaba que su mente vagara hacia el momento del parto. Un temor silencioso se le instalaba en el pecho, un presentimiento que no lograba apartar. Trató de relajarse, reclinándose en el asiento y fijando la vista en el paisaje urbano que desfilaba ante sus ojos. Los transeúntes apresurados, los coches que pasaban en dirección contraria.
—¿Te ocurre algo? —preguntó Laura, al notar su silencio.
—No, sólo estaba pensando —respondió Marta tras una breve pausa. Luego, con voz más baja, añadió—. Laura… ¿habría