Marcos la miró desconcertado. No esperaba escucharla hablar de esa manera.
—Sálvelas a las dos, doctor. Haga lo que sea necesario —dijo él.— Ambas merecen vivir.
El médico negó con la cabeza y regresó al quirófano.
Laura frunció el entrecejo.
—¿Cómo puedes poner en riesgo la vida de nuestra hija? —espetó— Prefieres que la salven a ella. ¿Tanto la amas?
Marcos respiró hondo antes de responderle:
—Es tu hermana, y está a punto de morir por salvar a nuestra hija.
Marcos le dio la espalda y tomó asiento. Laura caminó hacia el pasillo, pensativa. ¿Realmente estaba siendo egoísta por querer salvar a su hija? Se preguntó a sí misma. Y aunque la razón le decía que sí, en el fondo sentía que no.
La vida la había puesto en una situación difícil. Recordó la tarde en la funeraria junto a Marta. Ella había estado en el funeral de Fabio García sin imaginar que aquel hombre era su padre. Sintió que su corazón daba un vuelco dentro de su pecho. No era casual su conexión con Marta, siempre hubo