Capítulo 21
París se vestía de gala, y la galería “L’Essence de l’Ombre” se convertía una vez más en el corazón palpitante del arte moderno. La música de fondo acariciaba los sentidos, las copas de champán tintineaban entre manos enguantadas y los vestidos de seda se deslizaban como susurros por los pasillos repletos de cuadros.
Sofía llevaba un vestido negro entallado de espalda descubierta y el cabello recogido en un moño bajo que irradiaba una clase silenciosa. Ella caminaba con la firmeza de quien sabe que su arte ha comenzado a abrirse paso solo, sin necesidad de gritar su nombre. Cada trazo colgado en las paredes llevaba su sello invisible que era el dolor transformado en belleza y la melancolía disfrazada de color. Sus obras eran el alma desgarrada de una mujer que había renacido y los comentarios alentadores no paraban de fluir a su alrededor.
— Hay algo en los ojos de estas figuras que atrapan el alma — murmuraba una coleccionista italiana — Tal vez tienen una historia, pero