A sus 29 años, Andrew White era un importante cirujano asociado del hospital de Durango, con una carrera envidiable para cualquier hombre. Dinero, mujeres y una familia perfecta. Han pasado 6 largos años desde que Anaelise dejó Durango, y esos mismos en que jamás pudo superarla. Muy preocupado por el alejamiento que Andrew está profesando sobre su familia, su padre, Jarol White, interviene en su vida involucrando a una chica que parece inofensiva. Jarol hace un trato ofreciéndole dinero para poder seguir con sus pasantías en medicina, y ante la desesperación, Natali, sucumbe a negociar con el hombre mayor decidida a utilizar todos sus encantos para que Andrew olvide de su pasado. ¿Cuánto le costará a Natali el amor de Andrew? Y ¿cuál será el precio de su amor?
Leer másSeis meses antes.
Unas lágrimas frías cayeron por el rostro de Natali Simmons cuando su jefe le entregó la carta de despido. La temporada en Durango había sido un desastre de acuerdo a los visitantes, y el restaurante había hecho un recorte de personal por obvias razones.
La chica miró la hoja en sus manos y asintió hacia el hombre que ni siquiera la miraba, y que estaba escribiendo su firma en un cheque, que sabía sería el último dinero que recibiría en este mes. No pudo evitar que su cuerpo temblara de anticipación, al verse en la nada después de esto.
—Puedo saber… ¿Por qué de un momento a otro, señor Shan? —ella preguntó con la esperanza de que las cosas cambiaran en cuestión de minutos.
El hombre levantó esta vez la mirada colocando la pluma en el escritorio y resopló un poco.
—Sabes que no es nada personal. Mi esposa fue la que hizo este recorte. A mí me gusta tu trabajo, pero no pude objetar para con ella cuando sé que debemos ajustarnos a tus horarios. Hay personas aquí que nos brindan su tiempo completo, y tienen prioridad…
Nat asintió y limpió las lágrimas de sus ojos. Este era el mejor trabajo que había conseguido durante el último año. Y el más flexible de acuerdo a sus estudios. Su mente daba vueltas mientras que todo el miedo la golpeó duro. Nunca lloraba frente a nadie, jamás demostraba sus preocupaciones y sus muchas tristezas, porque su escudo siempre era una sonrisa.
Ese era su mayor protección.
Pero justo cuando estaba entrando a su tercer año de medicina, y que más que nunca necesitaría el dinero para sus pasantías, sucedía esto.
Y por supuesto, eso sin contar de lo que pasaría cuando llegara a su casa y todos se enteraran de que no iba a poder contribuir con un dólar más, para absolutamente nada. Estaba completamente perdida.
—Nat… no te pongas así —escuchó que su jefe se puso de pie y caminó hacia ella asomándole el cheque—. No digas nada, pero puse un poco más de tu liquidación y del pago de este último mes.
Ella forjó una sonrisa aguda y desvió la mirada a su rostro.
—Gracias, señor Shan… estoy muy agradecida con usted —Natali tomó el cheque y observó que era una buena suma para quedarse callada por otro mes más en su casa, y así buscar con urgencia otro trabajo.
Solo pensaba, «¿en qué momento?», sus pasantías y estudios ahogarían su vida. A menos que encontrara un sitio nocturno para servir bebidas, y no lo quería por nada del mundo. Se iba a matar así.
Pero por nada iba a declinar en su carrera. Este era el único medio para salir de su casa, para cambiar de vida, y para cumplir los sueños que día a día echaban en sus pies.
No permitiría que su padre la condenara a vivir una vida como la de su madre Grace, jamás permitiría ser como Evelyn su hermana, y por nada del mundo quería seguir bajo la mano de Charles, su padre alcohólico.
Después de que abrió su bolso que estaba colgado de lado, metió el cheque en una de sus libretas y apretó sus labios para cambiar su semblante.
—Señor, Shan… cualquier cosa, estoy a la orden de algún trabajo que salga de último momento —dijo esto sabiendo que él era dueño de unos dos restaurantes más, aunque este era el mejor, y el que más ingresos le generaba al señor Shan.
El hombre le sonrió afirmando, y cuando vio, Natali se giró sobre sus pies, salió cerrando la puerta con cuidado y desapareció de su vista.
¡Vaya chica!, pensó el hombre mientras volvía a su escritorio y preparaba otro cheque para la próxima persona que llamaría para despedir.
Sabía que estaba dejando ir a una de sus mejores empleadas, y aunque le había mentido en cuanto a sus horarios, era vergonzoso aceptar que ella fue la primera candidata que su esposa había elegido para que la echara, ya que siempre se sintió celosa de ella.
No podía negar que, a sus cuarenta años, y a pesar de la diferencia de la edad, Nat le atrajera, pero podía asegurar que nunca se sobrepasó en algún comentario o la diferencia del trato para con ella. Lo que pasaba era que esa chica era un alma reluciente, siempre alegraba el lugar donde llegaba y su sonrisa era tan contagiosa que uno se podía quedar mirándola toda la vida.
Todo eso, a pesar de su situación. Porque, aunque Nat nunca contaba sobre las cosas de su vida, sabía que vivir en esa casa con su familia, era vivir literalmente en el infierno. Y ella lo hacía a diario. La admiraba.
Justo cuando iba a hacer una llamada para marcar a la siguiente chica, un nombre comenzó a titilar en su pantalla que hizo que su pulso se acelerara.
Jarol White.
Con un poco de nervios deslizó el dedo en su celular y fue rápidamente a colocar el seguro a su puerta.
—Señor White, que gusto…
—Hola, Shan —el hombre detrás de la línea parecía bastante desanimado, pero eso realmente no era su problema, sabía perfectamente que este era un hombre volátil, y muy cambiante de ánimo—. Supe que la temporada no fue buena.
Jarol era un empresario rico en Durango, quizás el hombre más rico en toda la ciudad con muchos negocios que se extendían en todo el condado de Colorado. Pero, así como era tan productivo, también tenía un comité en la ciudad donde instaba a los pequeños y grandes empresarios a unirse a sus fuerzas antes cualquier prontitud.
Entre esas, hacia préstamos, invertía en uno que otro negocio y al final, quedaba más rico que antes, sus estrategias no tenían límites, y todos lo respetaban por eso, a pesar de sus movimientos un poco crueles, y una actitud déspota hacia sus inferiores.
Shan por supuesto se había inscrito a esa sociedad, más que todo para obtener apoyo cuando quisiera hacer alguna ampliación en alguno de sus tres restaurantes.
—Así es, señor, fue una muy mala temporada.
El timbre de un teléfono anexó se escuchó en su interior y supo que debía esperar, ya que Jarol se excusó por un momento.
—Andrea… —lo escuchó decir, y por la voz de una chica cerca, supo que el hombre había puesto su altavoz.
Con él estaba hablando de su teléfono fijo y por lo visto tenía una llamada desde su celular.
—Padre, Andrew no vendrá… él de nuevo dice estar ocupado…
—¡Maldita sea con tu hermano!, ¿Qué mierdas le ocurre?
—Padre, por favor, no lo presiones más. Adam se encontrará con él, tal vez lo convenza.
—Andrew me escuchará, ¡estoy cansado de escuchar a tu madre!, ahora te llamo, ahora mismo estoy ocupado.
—Bien… un abrazo…
Shan pasó un trago duro mientras analizó la situación. Los hijos de Jarol eran como las celebridades de la ciudad. Adam White trabajaba en las empresas de su padre como su mano derecha, y además de eso, era el escándalo de todas las fiestas nocturnas. Andrew por el contrario era un ejemplo de hombre, y aunque cambiaba de novia cada semana, era un hombre reservado, y algo distante. Por otro lado, su hija Andrea, además de hermosa, también había seguido los pasos de su padre, y estaba estudiando finanzas. Era evidente que sería catapultada, y jamás le faltaría algún trabajo, es más, si ella no quisiera trabajar en su vida, no tendría que hacerlo.
La familia era fabulosa por donde se viera, y a simple vista la envidia de todos.
Shan no pudo evitar recordar a Natali en el momento, y se dio cuenta de que el mundo siempre se dirigía en unas polaridades extremas que beneficiaba a unos y otros los sumía en las desgracias.
«¿Por qué no recomendarla entonces?», pensó. Jarol tenía miles de puestos vacantes, y la chica necesitaba de su mano. Eso al menos sin que lo supiera su esposa.
El hombre escuchó un carraspeo saliendo de sus propios pensamientos cuando escuchó a Jarol de nuevo.
—Me gustaría que nos reuniéramos con un hombre que llegó nuevo a la ciudad, tiene capacidad de inversión, y se inclina por la gastronomía. Puedes sacar una tajada de eso…
Shan sabía que no podía arrojar un “No” a Jarol, además él no estaba pidiéndole un favor, lo conocía lo suficiente como para saber que, en su petición, había una exigencia.
—Por supuesto —respondió mientras su rostro hizo una mueca y cuando vio que Jarol se despidió, él le detuvo por un momento más—. Señor White, también quisiera pedirle un favor…
Shan no pudo evitar sonreír cuando mencionó la palabra “favor”, pero se apresuró en explicar cuando el silencio gobernó.
—Hay una chica, ella es estudiante… debido al recorte, debimos despedirla.
—Eso me dice que no es buena trabajadora, nunca la despedirías así hubiese un recorte, si ella fuese buena.
—Es buena… bastante. Ella es… estupenda. Además, estudia medicina, en el mismo lugar que su hijo.
Cuando arrojó esto, nuevamente el hombre auricular hizo silencio.
—¿Qué pasa con eso?, miles estudian allí —mintió detrás del auricular. No muchos escogían esa carrera, y nadie era como si brillante hijo.
Una oleada de preocupación volvió a golpear el pecho de Jarol al entender que estaban perdiendo a Andrew. Y aunque era un error garrafal lo que tenía en su mente, necesitaba intervenir. No iba a dejar que la sombra de esa mujer siguiera persiguiendo la vida de su hijo, no iba a permitir que él arruinara todo lo que había construido solo por esa estupidez de estar enamorado de Anaelise.
Ya era suficiente.
—Bueno… es mi conocida, y necesita algún empleo con urgencia. Sé que usted es un hombre honorable. Imagínese ella diciendo en las noticias que, gracias a un trabajo dado por usted, pudo cumplir sus sueños. ¡Más puntos a su favor y a su buen nombre!
Shan sabía que había ido demasiado lejos, pero esto era todo lo que podía hacer por una buena chica que se robó su corazón. Y lo decía de buena manera.
—Dile que pase la otra semana por mi oficina principal en Hampton… está semana estaré ocupado y… No prometo nada.
—Está bien, señor, le daré la información. Muchas gracias.
—Adiós —se despidió Jarol colgando su teléfono inalámbrico y colocándolo en la mesa.
Llevó sus dedos al vaso de Whisky que tenía en su frente y de un solo trago lo llevó a su garganta.
Había una lista, una especie de catálogo en sus manos de algunas chicas que eran contratadas para trabajos exclusivos. Unas eran más hermosas que otras, pero todas servían para su fin.
Necesitaba por todos los medios distraer a su hijo, necesitaba que alguien llamara su atención lo suficiente para que se olvidara de esa mujer que lo hizo amargado, seco y distante, un hombre que él ya no conocía, y que le había arrebatado a su hijo favorito.
Nota:
No se aceptan copias, ni adaptaciones. Esta historia, las personas y lugares, fueron creados directamente por el autor para los fines de la trama.
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—¿Quién es el bebé más bello del mundo? —Ana y Andrew se giraron para ver como Natali alzaba a Matthew y le besaba las mejillas haciéndole juego con su nariz—. ¡Yo soy el bebé más hermoso de todos…! ¡Mírenme chicas! Soy lo más bello… —Natali fingió una voz de niñete mientras Ana soltó una risa baja y negó pasándole una bebida a Andrew, sentándose un poco retirados de la sala.—Ella será una buena madre… —dijo sin dejar de mirar a su hijo que reía a carcajadas y se restregaba los ojos con el puño.Andrew asintió tomando su jugo rápidamente y luego le indicó a Anaelise:—Por ahora no… quiero que siga estudiando, y que siga creciendo en su carrera. Lo ha anhelado tanto que, yo mismo deseo que puedo lograrlo pronto.Ana sonrió
Un montón de espuma, serpentina, y papelillo de colores, cayó sobre todos los graduandos de medicina que unos minutos atrás, habían recibido su título de culminación de grado. La universidad había preparado esta especie de ritual cuando ellos terminaron de lanzar sus gorros al aire, y ahora, en el centro del evento, las luces, los globos, y todo el papel colorido, caía sobre sus cabezas mientras las lágrimas y las risas de felicidad se entremezclaban en sus ojos. Nat estaba abrazada con Lana diciéndole lo agradecida que estaba por estar en su vida, pero de un momento a otro también fueron abrazadas por un tercero. Peter se unió a ellas esparciendo besos en sus cabezas, mientras daban brincos tratando de explotar la emoción que los arropaba. —¡Lo logramos! —gritó Peter aturdiéndolas y luego las sacudió—. ¡Lo lograste Nat!, ¡Lo lograste Lana…! ¡Lo logré! ¡Somos médicos, carajo! ¡Somos los putos médicos más sexys de Durango! Las risas de sus comp
Un mes después…—Imagino que estás muy feliz, ¿no es así? —Nat sonrió negando una vez que volvió a colocar las compresas frías en la pierna de Andrew, y luego quitó el gel que había utilizado unos minutos antes.—Depende de qué punto lo veas… —ante la respuesta, Andrew negó con su sonrisa devastadora mientras colocó sus manos en la nuca recostando la cabeza y deteniéndose en mirarla solo a ella.Nat terminó de envolver toda la pierna con las compresas e inspeccionó que su pierna estaba en perfectas condiciones para seguir con el protocolo de todos los días.Compresas calientes y frías, corriente, caminatas… entre otras cosas de la rutina.Ya no estaba usando el bastón, y aunque no caminaba de forma perfecta y rápida, este mes de terapias le habí
Nat soltó el aire una vez que un hombre abrió la puerta de un automóvil negro para ellos, haciendo una señal para que Andrew entrara.De forma voluntaria se colocó delante de él tomando su brazo, para que se apoyara un poco, y poder meterse en el auto con cuidado. Ella pudo evidenciar que ahora se manejaba bien, y que caminaba con más precisión, pero con mucho más cuidado que antes.Después de que la puerta fue cerrada, ella apretó su bolso encima de las piernas, solo con ese pensamiento de Andrew había esperado que terminara su turno, para salir con ella a esa comida que le tenía los nervios explotados.«¿Por qué todo esto de forma tan repentina?», se preguntó torturándose un poco.—¿Cómo va el trabajo? —La pregunta hizo que se sacudiera un poco mientras el auto co
Natali tomó la taza de café en sus manos, y luego sopló lentamente antes de llevarse un trago a la boca.Hoy se sentía un poco más aliviada, eso porque desde que salió del restaurante de Shan ayer por la tarde, se fue directamente a la casa de Lana, y con todo y la ropa de calle se había tirado a la cama y se había despertado hasta la madrugada.Lo había necesitado, y su cuerpo se lo agradeció en sobre manera. Ahora mismo, estaba hambrienta, y aunque ya iba corriendo su turno a media mañana, estaba aprovechando el receso para comer algo mientras entraba de nuevo al turno con la doctora Tucker.Soltó el aliento relajando sus hombros sabiendo que, aunque Andrew viniera todos los días, ya no iba a ser una tortura verlo porque estaría alejada de ese salón. Y a lo mejor también después de ayer, él decidiera que ella estuviera
—¿Necesitas algo? —Dana intervino al ver que Andrew se movió para decirle algo a Nat, y en el instante, ante el silencio de él mismo, ella se sacó de ese agarre que estaba quemando su propia piel.La doctora Tucker caminó después de Natali, y esta vez no se arrepintió de no querer saber lo que esos ojos le decían, ni por lo que hubiese querido que decirle hace unos segundos antes de atajar su brazo.¿Para qué la había tomado de esa forma solo para quedarse callado? En el momento en que salió de esa sala, el aire volvió a su vida, pero su corazón retumbaba más fuerte que nunca, y antes de que pudiera seguir, se giró hacia Anggie para agradecerle por su ayuda.Era muy evidente que todos, con solo darle un vistazo a su apariencia, se dieran cuenta de que no la estaba pasando bien con la llegada de Andrew al hospital.&m
Último capítulo