Capítulo 1

Un viento frío chocó contra su piel en el momento que se bajó del autobús y este arrancó dejándola sola en la calle. Natali abrazó sus brazos y los frotó en tanto comenzó a caminar despacio sabiendo que estaba a solo unas cuadras de llegar a su casa.

«Su casa», pensó mientras miraba al piso y daba pasos lentos. Ese lugar era todo menos eso.

Después de unos días en que la habían despedido, supo que no hablaría en su casa de lo ocurrido por nada del mundo, esperaría a buscar otro trabajo, y así cumpliría con la cuota que ellos exigían. Había pensado todo este tiempo que rentar un piso era su salvación. Pero ya lo había calculado tantas veces, que no quería volver a ilusionarse con esa idea.

No podía cubrir una renta, pagar estudios, y comprar su propia comida, hacer todo esto al mismo tiempo era imposible, apenas con lo que ganaba pagaba la universidad y eso porque ella encontraba descuentos en las matrículas cuando las pagaba adelantado y, además, por sus notas le hacían unas rebajas que no cualquiera podía conseguir. Natali hacia maniobras y siempre estaba investigando como bajar la cuota mensual con trabajos en la biblioteca, ayudas humanitarias y ventas que el mismo instituto promocionaba de sus propios libros.

La otra parte del dinero que le quedaba se lo daba a Grace para que al menos comprara algo de comer, por supuesto, eso, cuando Charles no les robaba.

Reprimió sus ojos. No había nada que hacer, sino soportar. Estaba en su tercer año, ella podía hacerlo y debía esforzarse, debía esforzarse si quería que su vida cambiara y saliera del caos de su casa en cuanto antes.

En unos pocos minutos estuvo frente a su puerta, eran las seis de la noche y solo rezaba por llegar directo a su cuarto y dormir hasta que se le olvidara todo por lo que estaba pasando. Había ido a diferentes sitios durante estos últimos días, y dejó una hoja de presentación, para que la llamaran si consideraban contratarla.

En el momento en que abrió su puerta, fue inevitable escuchar que Charles se encontraba en su casa y que, como de costumbre, estaba gritándole a su madre.

Soltó el aire cuando vio que Evelyn estaba pintando sus uñas en el sofá como si no le interesara lo que estaba ocurriendo, aunque ella siempre era así.

—¡Yo compré la semana pasada!, ¡me parto el lomo en la construcción por esta m****a de casa y siempre está sucia, sin comida! ¡¿Qué carajos haces en todo el día?! —el hombre gritó dando un empujón a Grace, pero ella ni siquiera alzó la cara para mirarlo.

Ella estaba allí de pie, recibiendo todo con total calma.

—Yo di algunos dólares que me quedaban hace unos días, y no me pagan todavía… pero ya llegó la estudiada de la casa… ¡Pídanle a ella!

Todos se giraron y antes de que Natali pasara de largo su hermana la acusó, y no tuvo otra opción que detenerse en seco cuando vio que Charles dio unos pasos en su dirección. Al menos hoy no estaba borracho.

—¿Cuándo te pagan a ti? —preguntó el tipo en tono amenazante.

—Mamá sabe que todos los últimos de mes, aún faltan tres días para eso… —ella contestó con todo aglomerado en su mente. Ya casi hacía una semana en que se quedó sin trabajo, y aún tenía su cheque sin cobrar en su libreta.

El hombre apretó su mandíbula reprimiéndose y luego se giró hacia Grace de nuevo.

—¡Entonces rinde las migajas, pero tú te quedarás sin comer hoy!

Natali desvió la mirada hacia su madre, y la vio asentir aceptando las condiciones de Charles. Toda esa actitud le revolcaba el estómago, odiaba que ella fuese tan débil delante de su padre.

—Yo no comeré… en el trabajo me dieron algo, así que toma mi porción para ti mamá —Grace levantó la mirada hacia Natali y luego sacudió las manos en su delantal.

—Iré a hacer la cena…

—Mi pan sin mantequilla, por favor —exigió Evelyn cuando la mujer se fue a la cocina, y Natali vio que su padre sacudió su camisa y prendió el televisor con exagerado volumen.

Negó varias veces mientras le dio un vistazo por última vez a su hermana con los pies encima de un sofá desgastado, y se preguntó cómo ella no se aburría de esta vida que llevaba.

Evelyn trabajaba en un despacho de un viejo abogado que la había contratado como su secretaria. Ella no había estudiado profesionalmente, pero si había hecho algunos cursos y aprendió el movimiento en ese viejo bufé. Ganaba promedio. De hecho, podía pagarse un piso y su propia comida si así lo quería, pero por supuesto, ella prefería comprarse ropa cara que la dejaba con deudas y despilfarraba en salidas nocturnas con sus amigas, que a la larga no eran tan amigas.

Dejaba unos diez a veinte dólares en su casa para comprar unas nimiedades, y para decir que ella aportaba algo. Pero era ridículo pensar que con esa cantidad se podía comprar mucho.

Por lo tanto, Evelyn también era una carga, y una persona que ni siquiera podía considerar hermana para Natali.

Entrando a su pequeño cuarto, dejó su mochila dentro de un cajón para luego quitar sus zapatos, y así prepararse para darse un baño y acostarse a dormir. Mañana tendría que ir a clase hasta la tarde, y se alegraba porque al menos estaría ocupada en lo que más le gustaba hacer. Lejos de este lugar.

Sacó su móvil y sonrió al ver que la cinta adhesiva lo hacía ver peor de lo que se veía, pero al menos lo hacía funcionar.

—Sobrevivirás un año más, tengo confianza en ti —le dijo a su teléfono como si fuera una persona, y luego le escribió a Lana, para decirle que había estado ocupada durante todo el día.

Lana, y Peter eran sus dos compañeros de clase, no eran muy unidos, pero al menos hacían tarea y se reunían para trabajos juntos. Estaban en su mismo curso, pero por supuesto ellos compartían más sus ratos, porque no tenían que trabajar.

Les había tomado mucho cariño, porque de alguna forma cuando estaban juntos, Nat podía olvidarse de todo por un rato.

No pasó más de diez minutos cuando se dio un baño y regresó hasta su habitación para encontrar a su madre sentada, esperándola.

—Come algo, te hice unos sándwiches…

Había un plato en su pequeña mesa, y ella aprovechó el momento de sentarse junto a Grace.

—Podré darte dinero en unos días… no debes preocuparte —la mujer asintió.

—Evelyn necesitó de unos zapatos, por eso descuadre un poco la alacena—ella explicó el por qué Charles estaba gritándole.

Nat torció los ojos y luego negó.

—Evelyn gasta todo en ella, deja que se haga cargo de sus responsabilidades. ¿Acaso no sabes que tiene 25 años?

—Los necesitaba con urgencia para el trabajo… —Grace defendió y antes de que siguiera, la puerta de su habitación fue abierta de un portazo.

—Papá necesita que le pases unas cervezas —Evelyn se cruzó de brazos exigiendo, como si Grace fuese su esclava.

En ese momento Nat se levantó un poco furiosa y fue hasta su lugar.

—¿Por qué no respetas?, no estás hablándole a una persona cualquiera, ella es tu madre.

—Ella es cualquiera para mí…  —Evelyn respondió sin inmutarse y sopló sus uñas.

Sin poder soportarlo, y con todos los días acumulados, Nat tomó su pelo y comenzó a zarandearlo muchas veces entre tanto su hermana gritó.

En cuestión de segundos sintió el forcejeo y la súplica de Grace, pero esta vez no iba a desperdiciar la oportunidad. Jaloneó varias veces a su hermana a ver si sus neuronas podían conectarse y servir para algo en la vida. Sin embargo, unos brazos duros, juntos con su cuello apretado no le dieron más opción que soltar a Evelyn de golpe, mientras su cuerpo fue arrojado al piso.

—¡Basta! —Charles gritó eufórico mientras la cara roja de Evelyn derramaba lágrimas.

Natali se levantó enseguida apretando su brazo, y parándose firme puso a su madre detrás de ella.

—¡Salgan de mi habitación! —exigió, pero la furia de su padre en su rostro le dejó claro que tendría una larga noche.

—¡Es mi puta casa!, mi propiedad… y la próxima vez que le toques un pelo a Evelyn te golpearé…

En ese momento Grace se adelantó para inspeccionar el cabello de Evelyn y Nat sintió un nudo en su garganta.

—¡Es una salvaje…! Una desagradecida, papá… ¡Suéltame tonta! —exigió Evelyn cuando su madre quiso arreglar su cabello.

—Escucha… —el dedo del hombre volvió a la frente de Nat sentenciándola—. Estás entre mis ojos, y no te perdonaré la próxima vez… así que desaparece de mi vista, a menos de que tengas dinero para cubrir tus gastos aquí —dio con su dedo contra su frente sentándola de golpe en su cama.

Y con esto tanto Evelyn como Charles, salieron de su habitación.

Grace se quedó por unos segundos, y dando una última mirada hacia ella, se retiró también.

Natali desvió la mirada a los panes que su madre le había traído hace unos momentos. Estaban tirados en el suelo, y sin pensarlo dos veces, los recogió y comenzó a comérselos con las lágrimas en los ojos.

***

—Este fin de semana será de locos —Nat escuchó que uno de sus compañeros dijo cuando estuvieron sentados en el cafetín de la universidad. Estaban saliendo de su última clase de la mañana y estaban tomando un refrigerio.

Todos hablaban de una fiesta que se realizaría en la casa de uno de los chicos más populares del recinto, uno que tenía mucho dinero y daba fiestas cada mes, con comida y tragos gratis. Todo el curso de medicina había sido invitado y nadie dejó de hablar de eso en toda la mañana.

Sin embargo, los pensamientos de Natali estaban muy lejos de ese lugar, ella solo hacía cuentas en su cabeza, y estaba pensando a qué lugar ir, cuando saliera esta tarde de las clases. Pensó en un restaurante que estaba cerca del recinto, sería muy fácil para ella trabajar allí por la distancia de la universidad, y cuando estuvo a punto de poner una alarma en su celular para recordar ese restaurante, escuchó que Lana le preguntó muy bajo.

—¿Qué pasa contigo?

Nat se giró y le ofreció una sonrisa. Si había una característica que todos conocían de Natali era su alegría constante, y que a todo le veía un lado positivo.

—Nada, solo estoy apuntando algo para que no se me olvide. Ya sabes soy olvidadiza.

—¿Segura?

—Segura…

Lana se relajó y luego giró en dirección de Peter.

—¿Irás a la fiesta? —preguntó invitándolo a la conversación.

—Claro… ¿Ustedes?

—Yo sí, no me lo pediría por nada… —Respondió Lana entusiasmada mientras guardaba sus libretas en la mochila.

—Yo… no creo que pueda, tendré un fin de semana muy ocupado.

El rostro de sus amigos decayó al instante mientras se miraron con intriga.

Peter arrimó su silla para reducir más su círculo y colocando los codos en la mesa, se acercó hacia Nat.

—Ya estoy pensando que tienes una vida oculta. Nunca compartes, no sales…

Natali sonrió negando.

—Hablo en serio, saben que debo trabajar.

Lana torció una sonrisa, y luego tuvo una idea.

—¿Y si te damos lo que ganas en un día y pides permiso?

Una risa fue gesticulada de parte de Nat al ver como la vida se les hacía fácil a ellos, y justo cuando fue hacerles una broma, su teléfono vibró en sus manos.

El contacto del señor Shan titilaba en su perolito sobreviviente.

—Esperen amigos, debo contestar esta llamada.

Ambos asintieron y ella salió de la silla para caminar y distanciarse un poco de la bulla que había en el lugar.

—Señor, Shan —Nat respondió con un poco de nervios. Todos los supuestos se aglomeraron en su cabeza, en un posible nuevo trabajo.

—Natali, me alegra escucharte —escuchó detrás del auricular y su aire salió lento de sus pulmones—. Escucha, no tengo mucho tiempo, pero quería llamarte para darte una propuesta.

En ese momento Nat arrugó su ceño pegándose más el teléfono a su oído, el volumen del aparato estaba bajo, eso debido a que se estaba muriendo poco a poco.

—Si señor Shan, le escucho…

—Bien, Nat, lo que pasa es que te recomendé, ya sabes, quiero que encuentres un trabajo y sigas con tus estudios.

Ella cerró los ojos de golpe sintiendo un alivio tremendo y sin poderse controlar, dio un grito sin sonido para que la emoción saliera de alguna forma.

—¿Nat?

—¡O sí, señor!, estoy aquí, escuchándolo…

«Bajo, pero le escuché», dijo ella en su mente moviendo sus hombros como haciendo un baile por la emoción.

—Vale, escucha, no sé si conoces al señor White, aunque todo el mundo en Durango lo conoce…

Natali asintió en silencio. Por supuesto, era el hombre más rico del condado.

—Sí, señor…

—Bueno, él te espera mañana en su oficina, te recomendé, y él intentará emplearte en algún trabajo que sea beneficioso para ti. Te enviaré la dirección, pero por favor, llega en la tarde a primera hora de oficina, así podrá ver que de verdad quieres el trabajo, ¿De acuerdo?

Nat abrió la mano y la cerró varias veces muy nerviosa, pero la sonrisa no desaparecía de sus labios.

—No… no lo puedo creer… señor Shan… ¡Muchísimas gracias!

El hombre rio detrás del auricular, y estaba por decirle algo más, cuando vio a su esposa venir.

—He… bueno, ya debo colgar, te enviaré la dirección, buena suerte.

—Mil gracias de verdad… mil gracias y … —ella no pudo proseguir porque varios tonos titilaron en sus oídos, y cuando intentó ver la pantalla rota, supo que la llamada había sido finalizada.

Pero eso no impidió que ella saltara como una cabra y fuese en dirección a sus amigos dando unos gritos de alegría.

Lana y Peter recibieron su efusivo abrazo cuando se les lanzó encima, y recibieron los besos en sus cabezas mientras Nat desordenó sus cabellos.

—¡Si esto funciona…! —dijo agitada—. ¡Les juro que iré a esa jodida fiesta!, bailaré en una mesa, y… y …

—Besarás a la persona que yo te indique —le ofreció Peter entre carcajadas que hicieron que Lana se tensara.

Pero la emoción y la felicidad de Nat era tanta, que tomando la mano de Peter afirmó:

—¡Hecho!

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