Capítulo 146.
Sofía.
—Eso no es posible… —digo en un susurro, apenas audible—. Yo no puedo… —me muerdo el labio, recordando las palabras después del tratamiento experimental. “Daño irreversible”. “Probabilidad casi nula”.
Donovan se acerca. No me toca como otras veces. No hay caricias. No hay susurros. Pero se queda tan cerca, tan inquietantemente inmóvil, que su sola presencia pesa como una condena.
—¿Qué tan altas son esas probabilidades? —pregunta, su voz más grave, más ronca, como si cada palabra le costara arrancársela del pecho.
—Hay que confirmarlo, no puedo decir nada definitivo —responde el médico, con cautela, dándose cuenta de que está caminando sobre un campo minado.
No puedo hablar. Solo siento ese nudo que me ahoga, que me retuerce por dentro. Donovan me observa, y por primera vez en mucho tiempo, parece tan humano que me duele más que si me hubiera gritado.
—Ve a hacerle las pruebas —dice, sin apartar sus ojos de mí y bajando sus ojos a esa zona con el ceño arrugado. Luego, como si