Capítulo 60. El verdadero plan de mi jefe
Seguimos besándonos no sé cuánto tiempo, pero sí sé que no es suficiente para saciar las ganas que tenemos el uno del otro, ya que los besos no son suficientes y, sin importar más, seguimos con caricias, convirtiendo mi oficina nuevamente en un desastre ante la necesidad de pertenecernos; sin importar el lugar o la hora, si alguien nos ve, nada de eso importa.
La entrega es silenciosa, nadie dice nada, pero nuestras miradas, besos y caricias lo dicen todo. Estoy sobre mi escritorio recibiéndolo con amor y deseo; este hombre se ha convertido en mi perdición, sus besos y caricias nublan mi mente.
Lo observo; se ve tan hermoso y me encanta ver su cara de placer al poseerme. Logramos llegar al clímax juntos; nuestros cuerpos se complementan tan bien. Nos miramos unos segundos y puedo sonar un tanto cursi, pero en esa mirada decimos todo; pega su frente a la mía, me besa con amor y ambos sonreímos.
—Odio que siempre terminas doblegando mi voluntad, eso tiene que cambiar.
—Pues yo vi y sen