Todo el camino, mis lágrimas no pararon; siento como si me faltara el aire, no puedo creer hasta dónde llegué, en cómo se me nubló la razón y terminé lastimando a ese gran hombre, un hombre que desde que me conoció no ha hecho otra cosa más que amarme y darme siempre lo mejor.

Al entrar a casa, escucho a mi mamá en la cocina, no digo nada y solo me siento en el sofá; estoy como un zombi, quisiera gritar, pero no puedo hacerlo, es un dolor tan fuerte que siento que me oprime el pecho.

Mi celular comienza a sonar y veo que es una llamada de él, mi jefe, pero no quiero contestar, no en este momento.

—Santo dios, ¿en qué momento entraste que no te escuché? —Solo alzo mi vista para ver a mi madre, pero no me salen las palabras.

—¿Qué pasó? ¿Qué tienes? Mira cómo estás, ¿te hicieron algo?, hija, contéstame, por favor.

—Fui a casa de Hugo y él estaba ahí, llegó ayer. —Las palabras salen como automáticas.

—¿Y qué pasó? Le dijiste de tu jefe. —Mi madre se sienta a mi lado y me toma de las mano