Damon
Un ruido sordo resuena en la casa. Mi mirada se oscurece de inmediato.
— Está aquí...
Me levanto de un salto, mi cuerpo tenso como una cuerda lista para romperse. Un olor familiar flota en el aire: el de la sangre, mezclado con esa aura helada propia de Caelan.
Cruzo el pasillo en un abrir y cerrar de ojos, mis garras desplegándose instintivamente. Alina abre la puerta de la habitación, su rostro aún marcado por el sueño.
— Damon?
— Quédate aquí.
— ¡No! Voy contigo.
Apreté los dientes. Su mirada es decidida, y sé que no podré detenerla.
— Entonces quédate detrás de mí.
Empujo la puerta de entrada, y el viento nocturno entra en la casa. Caelan está allí, apoyado contra un árbol, una sonrisa cruel en los labios.
— Eres rápido, Damon, murmura.
— Tuviste tu oportunidad, Caelan. Perdiste.
Él se ríe, levantándose con una despreocupación exasperante.
— ¿Perdido? Oh no... Apenas he comenzado.
Una niebla oscura lo rodea, y en una fracción de segundo está frente a mí. Paro su golpe por po