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Capítulo 39 – La llamada de la sangre  

Ezra  

La noche es pesada, cargada del olor de la sangre y del sudor. Corro por el bosque, mis sentidos alerta, rastreando la presencia de Damon. Su olor aún impregna el aire, una fragancia oscura y embriagadora mezclada con metal y rabia.  

Mis músculos arden con el esfuerzo, pero no tengo intención de reducir la velocidad. Se atrevió a tocarla. Se atrevió a provocarme ante mis ojos. La simple idea de sus manos rozando la piel de Alina despierta una rabia animal en mí.  

Me muevo en la sombra, mis pasos silenciosos sobre la alfombra de hojas muertas. El bosque está oscuro, solo perturbado por el susurro del viento entre los árboles y el grito lejano de un ave nocturna. Oigo el latido sordo de su corazón en algún lugar delante de mí. Damon está cerca.  

Un crujido de rama. Una respiración contenida.  

— ¿Vas a quedarte escondido mucho tiempo, Damon?  

Una risa sorda resuena en el silencio. Una silueta emerge lentamente de la oscuridad. Damon se apoya despreocupadamente contra un árbol, su sonrisa arrogante iluminada por la pálida luz de la luna.  

— Sabía que vendrías.  

— Por supuesto que vine. ¿Realmente creías que te dejaría salirte con la tuya después de haber puesto tus manos sobre ella?  

Damon levanta una ceja, su sonrisa se ensancha.  

— Oh, Ezra... Eres tan predecible. Siempre protegiendo lo que te pertenece. Pero Alina no es un objeto. No puedes poseerla.  

Gruño, mis colmillos alargándose por efecto de la rabia.  

— Ella me pertenece. Lo sabes.  

— Si ese fuera el caso, no habría temblado bajo mi toque.  

Mi corazón explota en mi pecho. Me lanzo sobre él antes de que tenga tiempo de moverse. Nuestros cuerpos chocan con una fuerza brutal. Damon rueda por el suelo, pero se reincorpora de inmediato, con la sonrisa aún en sus labios.  

— Ahí está el verdadero Ezra... Ese que escondes bajo tus bonitos discursos de protector. No eres más que un animal.  

Golpeo. Mi puño cae sobre su rostro con una violencia que hace crujir sus huesos. Damon tambalea, pero ríe, la sangre corriendo por su mejilla.  

— Otra vez.  

Gruño, mis garras alargándose mientras mi visión se tiñe de rojo. Lo golpeo nuevamente, aplastándolo contra un árbol. Damon tose, pero su sonrisa no se debilita.  

— ¿Sientes eso? murmura. Esa rabia... Esa necesidad de sangre? ¿Realmente crees que eres diferente de mí?  

Mis garras se hunden en la carne de su cuello.  

— No soy como tú.  

— Oh, pero sí. Es lo que a ella le gusta de ti. Esa oscuridad. Ese fuego que arde en ti...  

Apreto más fuerte.  

— Cállate.  

Damon ríe débilmente, su sangre fluyendo entre mis dedos.  

— Si la pierdes... te convertirás en mí.  

Suelto bruscamente mi agarre y lo lanzo al suelo. Damon rueda sobre su espalda, jadeando, pero su sonrisa no ha desaparecido.  

— Alina no puede pertenecer a nadie. Pero puede ser despertada. También lo sientes, ¿verdad? Ese fuego en ella? No fuiste tú quien lo despertó. Fui yo.  

Retrocedo un paso, mis puños temblando. Damon se levanta lentamente, su sonrisa carnívora iluminada por la luna.  

— ¿Crees que voy a dejarla contigo? gruño.  

— Creo que ella tomará su propia decisión.  

Desaparece en la sombra antes de que pueda moverme. Me quedo paralizado, mi aliento entrecortado.  

Alina...  

Regreso a la cueva, el corazón en llamas. La encuentro sentada cerca del fuego, las piernas recogidas contra su pecho. Sus ojos se abren lentamente cuando entro.  

— Ezra...  

Me arrodillo frente a ella, mis manos posándose sobre sus rodillas.  

— ¿Estás bien?  

Asiente suavemente con la cabeza, pero su mirada está turbada. Siento su vacilación, esa lucha interna que libra.  

— Él me tocó.  

Una chispa de rabia atraviesa mi sangre.  

— Lo sé.  

Ella coloca su mano sobre mi mejilla, su piel helada contra mi calor.  

— No puedes protegerme de él.  

La agarro por la nuca, mi frente tocando la suya.  

— Sí. Puedo. Y lo haré.  

Ella cierra los ojos, su respiración acelerándose.  

— Siento algo dentro de mí, Ezra. Algo oscuro. Peligroso.  

Apreto mi agarre en su nuca.  

— Lo sé. Pero estoy aquí. Te sostendré.  

— ¿Y si no quiero ser sostenida?  

Retrocedo ligeramente, mi mirada penetrando en la suya.  

— No le perteneces a Damon, Alina. Ese fuego en ti... no viene de él. Es tuyo.  

— ¿Y de ti?  

Asiento lentamente.  

— Si me lo das, sí.  

Ella me mira un momento, luego se inclina lentamente hacia mí. Sus labios rozan los míos, una caricia ligera que me hace estremecer.  

— Entonces tómalo.  

La beso con una intensidad brutal. Su aliento se mezcla con el mío, nuestros cuerpos abrazándose en una fiebre ardiente. Su mano se desliza en mi cabello, y la levanto sin esfuerzo, apretándola contra mí como si pudiera grabarla en mi carne.  

Sus piernas se enredan alrededor de mi cintura mientras la aplasto contra la pared de la cueva. Nuestras bocas se devoran con una hambre voraz, nuestros alientos cortos, jadeantes.  

— Ezra...  

Mi nombre resuena como una oración entre sus labios. Me contengo de marcarla, de reclamarla por completo.  

— Alina...  

— Hazlo.  

Me aparto, mi frente pegada a la suya, mi respiración entrecortada.  

— Aún no.  

Ella me mira, sorprendida.  

— ¿Por qué?  

— Porque cuando lo haga... será para siempre.  

Me mira por un largo momento, luego asiente lentamente.  

— Entonces hazme esperar.  

La beso una última vez antes de soltarla lentamente. Ella cae de nuevo al suelo, su mirada brillante con una mezcla de confusión y deseo.  

Me enderezo, la mirada oscura.  

— Voy a rastrearlo. Y esta vez, pondré fin a esto.  

Ella no dice nada. Pero su mirada me sigue mientras desaparezco en la sombra.

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