Damon
La noche es densa, cargada de esa tensión eléctrica que precede a una tormenta. La luna está alta en el cielo, su brillo pálido reflejándose en la superficie negra del lago. Estoy de pie al borde del agua, mis manos metidas en los bolsillos de mi abrigo de cuero.
El viento se enreda en mi cabello, levantando los mechones oscuros que enmarcan mi rostro. Mi mirada está fija en los reflejos inquietos del lago, pero mis pensamientos están en otro lugar. Están con Alina. Su sabor aún está en mis labios, su aroma impregnado en mi piel.
Ella cree que puedo protegerla. Tiene fe en mí. Pero lo que siento es más oscuro, más visceral. Una rabia sorda sube por mis venas, un impulso primitivo que lucho por contener.
Cillian.
Su nombre es suficiente para despertar ese fuego negro que arde en mis entrañas. Él la ha tocado. La ha amenazado. Y por eso, va a morir.
— Te he conocido más tranquilo, Damon.
No me muevo. La voz helada de Nikolai resuena detrás de mí. Sale de las sombras con esa camina