Damon
El silencio tras la batalla es casi ensordecedor. El olor a sangre y cenizas aún flota en el aire, una bruma oscura suspendida sobre el suelo. Estoy sentado contra la fría pared de piedra, con la respiración entrecortada, mientras Alina está de rodillas frente a mí, sus manos temblorosas rozando la herida en mi costado.
— Va a sanar, susurro.
Pero ella no me mira. Sus dedos recorren la piel desgarrada, su rostro tenso por la ira y la preocupación. Siento su poder vibrar contra mi piel, un calor familiar que alivia el dolor punzante.
— Podría haberte matado, murmura, su voz temblorosa.
Deslizo una mano por su cabello, levantando su rostro hacia mí. Sus ojos dorados brillan con una luz feroz, una mezcla de miedo y rabia.
— Pero no lo hizo, respondo suavemente.
Sus labios se aprietan. Ella aparta la mirada, su respiración acelerándose.
— No se detendrá. Kieran no juega. Está dispuesto a destruirnos.
Me esfuerzo por incorporarme, ignorando el dolor que late en mis