Alina
La noche ha caído, pero el peso de la batalla aún flota en el aire. Las cenizas del claro son llevadas por el viento, mezcladas con el olor de la sangre y del sudor. Los lobos comienzan a retirarse, algunos ayudando a los heridos, otros agrupándose alrededor del fuego central. Los rostros están serios, los cuerpos tensos por la fatiga y el dolor.
Damon está a mi lado, su cuerpo imponente vigilando el mío. Sus hombros están tensos, su mirada oscura fija en las sombras móviles del bosque. La tensión que habita su cuerpo es palpable, como si estuviera listo para lanzarse a una nueva batalla ante la más mínima amenaza.
— Debes descansar, murmuro mientras deslizo mi mano sobre su brazo.
— Estoy bien, responde con voz rasposa.
Me acerco a él, mis dedos deslizándose a lo largo de su piel ardiente. Siento el temblor de sus músculos bajo mis dedos, la tensión que lo recorre como una ola lista para desbordarse.
— Damon…
Su mirada se posa en mí, ardiente, intensa. Hay algo salvaje en la os