Alina
El viento sopla con una suavidad engañosa, acariciando los árboles que nos rodean. El silencio reina en el claro, solo interrumpido por el susurro de las hojas y los alientos ásperos de los lobos que aún permanecen en pie. El olor a sangre flota en el aire, pesado y persistente, recordándome la violencia de la batalla que acaba de concluir.
Damon sigue a mi lado, su respiración corta, sus músculos tensos. Aún sangra ligeramente de la herida en el costado que Caelan le infligió, pero permanece en pie, con la mirada oscura e impenetrable.
Deslizo mis dedos en los suyos, buscando su contacto. Él aprieta mi mano a cambio, su calor calentándome a pesar del frío de la noche.
— Va a volver —murmura.
Asiento con la cabeza.
— Lo sé.
Kieran se acerca, su rostro cubierto de sudor y sangre seca. Su mirada se posa en Damon, luego en mí.
— Los sobrevivientes se están agrupando —dice con voz grave—. La manada está debilitada, pero hemos aguantado.
— Gracias a ti —agrega Damon