Damon
La noche ha caído desde hace tiempo, pero el silencio del santuario es más pesado que un grito de guerra. Las antorchas titilan a lo largo de las paredes de piedra, proyectando sombras danzantes sobre el suelo desgastado por el tiempo. Los vampiros se han ido, regresando a sus guaridas subterráneas, mientras que los lobos se extienden en los rincones del templo, sus músculos tensos incluso en el sueño.
Me encuentro frente al altar, una mano apoyada en el mármol frío. Mi respiración es lenta, pero mi pecho está pesado, como si una sombra se hubiera instalado en mí.
El poder de Lilith circula aún en mis venas, oscuro y ardiente. Cada latido de mi corazón resuena como una promesa de destrucción. Siento su presencia, este veneno que se desliza en mis huesos, que moldea mis pensamientos y destila la duda en mi mente.
— Damon.
La voz suave de Alina perfora la noche. Me doy la vuelta. Ella está en la sombra de la entrada, su largo cabello cayendo en olas oscuras alrededor de su rostro