Alina
La arena cruje bajo mis pies mientras Kael se acerca, una sonrisa carnívora en los labios. Sus ojos oscuros brillan con un destello malicioso, recordándome a cada segundo el peligro que representa. Damon se mantiene al margen, apoyado contra un pilar de piedra, con los brazos cruzados, su expresión impasible.
— Entonces, pequeña loba, murmura Kael con tono burlón. ¿Crees que puedes enfrentarte a mí?
Ajusto mis dedos alrededor del mango de la daga. Mi corazón late con fuerza en mi pecho, pero me niego a dejar que el miedo me paralice. Ya no soy la loba débil que era antes. Damon me ha enseñado a luchar, a canalizar mi rabia.
— Deja de hablar y ataca, le gruño.
Kael se ríe.
— Oh, voy a atacar. Pero solo cuando estés lista para sufrir.
Se funde en la sombra, desapareciendo casi por completo. Mi instinto grita una advertencia un segundo antes de que él surja detrás de mí. Esquivo su zancada justo a tiempo, rodando por el suelo antes de ponerme en posición defensiva.