Alina
El silencio en el claro es pesado, opresivo, como si el aliento del bosque hubiera sido cortado por la sombra de la criatura. Damon me envuelve con sus brazos, su aliento caliente contra mi sien, mientras mis dedos temblorosos se aferran a su torso.
— ¿Estás herido? murmuro.
— No. ¿Y tú?
Sacudo la cabeza, pero siento un calor extraño en mi cuerpo, como si algo ardiera bajo mi piel. Mis manos tiemblan, y noto que mis dedos están manchados de sangre — no la mía, sino la de la criatura que acabamos de destruir.
Damon se aparta un poco para examinarme. Sus ojos azules brillan en la oscuridad, traicionando una preocupación sorda.
— Alina, ¿qué te pasa?
— No lo sé…
Un hormigueo recorre mis venas, y un dolor sordo invade mi pecho. Llevo una mano a mi corazón, jadeando.
— ¿Qué es…?
— ¡Alina!
Caigo de rodillas, mis piernas temblando bajo el peso de este calor aplastante. Mi cuerpo entero tiembla. Damon se apresura hacia mí, tomándome de los hombros.
— ¡Alina! ¡Quédate conmigo!
Pero apena