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Capítulo 11 - La Caza Comienza

Alina

El silencio en la mansión es casi opresivo. Desde la partida de Damon, una tensión sorda se ha instalado en el aire, como si el edificio mismo contuviera la respiración esperando su regreso.

Estoy sentada en el gran sofá de la sala, con las piernas dobladas bajo mí, una manta sobre mis rodillas. La luz tenue de las lámparas proyecta sombras en la habitación, pero no logro sentirme segura. No cuando Damon está allá afuera, enfrentándose a ese hombre — Dominic.

El nombre de Dominic me quema en la garganta. Nunca he conocido a ese hombre, pero ya siento el peligro que representa. Damon no me ha contado todo. Está tratando de protegerme, pero sé que el mundo en el que se mueve es despiadado.

Caël entra en la habitación, su paso silencioso sobre la alfombra. Sus ojos penetrantes me escrutan un instante antes de que se acerque a la chimenea. Se mantiene de pie, con las manos cruzadas detrás de la espalda.

— Deberías ir a dormir, dice con voz tranquila.

Sacudo la cabeza.

— No puedo.

— Regresará.

Frunzo el ceño.

— ¿Cómo puedes estar tan seguro?

Él me mira, su rostro impasible.

— Porque es Damon.

Apreto los puños sobre la manta.

— ¿Y si esta vez no es suficiente? ¿Y si Dominic le tiende una trampa?

Caël no responde. Su silencio es más elocuente que cualquier palabra.

Me levanto de repente.

— No puedo quedarme aquí sin hacer nada.

Caël se tensa ligeramente.

— Alina…

— ¡No! Mi voz tiembla. ¡No voy a quedarme sentada esperando como una presa mientras él arriesga su vida!

Se acerca lentamente, su mirada volviéndose más dura.

— ¿Crees que ir allí cambiará algo? ¿Crees que Damon querría que tomes ese riesgo?

Lo miro fijamente, con la respiración entrecortada.

— No soy una niña.

— No, eres una omega. Y eres su punto débil.

Lo abofeteo casi sin pensar.

— ¡No soy una debilidad!

Él permanece impasible, el rojo marcando su mejilla.

— Entonces demuéstralo, murmura. Quédate aquí. Confía en él.

Titubeo, temblando. Tiene razón, por supuesto. Damon me pidió que me quedara aquí, a salvo. Pero la idea de saberlo en peligro, sin poder hacer nada… es insoportable.

— ¿Y si no regresa? susurro.

Caël se acerca aún más, su mirada suavizándose ligeramente.

— Si hay algo que debes entender sobre Damon, es que nunca se rinde. Especialmente cuando se trata de ti.

Un ruido sordo retumba de repente en el vestíbulo. Un gruñido profundo.

Mi corazón se acelera.

— ¿Damon?

Corro hacia la puerta de la sala justo cuando la puerta principal se abre violentamente. Damon entra tambaleándose, con sangre manchando el cuello de su camisa y la manga de su chaqueta. Su rostro está contorsionado por el dolor, pero su mirada es salvaje, dorada, ardiente de intensidad.

— ¡Damon!

Me lanzo hacia él, pero levanta una mano.

— No me toques.

Me detengo, sin aliento.

— ¿Qué ha pasado?

Él sacude la cabeza, tratando de enderezarse.

— No es nada.

— ¿¡Nada!? ¡Estás ensangrentado!

Me lanzo hacia él a pesar de su advertencia, colocando mis manos sobre su rostro. Su piel está ardiente. Tiembla levemente.

— Damon…

Cierra los ojos, inhalando profundamente.

— Estoy bien.

— ¡No, no estás bien! ¿Qué te ha hecho Dominic?

Él abre los ojos, y lo que leo en ellos me hiela la sangre. Una rabia fría, brutal.

— No es lo que me ha hecho. Es lo que intentará hacer.

Mi estómago se revuelve.

— ¿Quiere matarme?

Me agarra bruscamente por la cintura, presionándome contra él.

— Nunca se acercará a ti. Me aseguraré de que lo entienda.

Sus brazos se cierran sobre mí, su aliento caliente en mi cuello. Siento la tensión en sus músculos, la violencia contenida en su abrazo.

— Eres mía, murmura.

— Damon…

— Él cree que puede quitarme lo que me pertenece. Cree que puede tenerte.

Sus labios rozan mi garganta, un escalofrío de deseo y miedo se mezcla en mí.

— Le mostraré cuán equivocado está.

— Damon… no puedes seguir así…

Él levanta la cabeza, sus ojos brillando con un destello dorado.

— No tengo elección.

De repente, me besa, ferozmente. Mis manos se aferran a su espalda mientras me empuja contra la pared. Su lengua se desliza entre mis labios, su beso es salvaje, posesivo. Muerde mi labio inferior, justo lo suficiente como para despertar un dolor delicioso.

— Damon… murmuro.

Él me levanta, mis piernas enroscándose instintivamente alrededor de su cintura. Presiona su frente contra la mía, su respiración entrecortada.

— Si Dominic cree que puede quitarme lo que amo… ya está muerto.

Mi corazón late furiosamente en mi pecho. Finalmente, me suelta, dejándome suavemente en el suelo.

— Ve a dormir, Alina.

— Damon…

— Voy a solucionar esto. De una vez por todas.

Se aleja, su sombra masiva desapareciendo en el pasillo.

Me quedo allí, con las manos temblorosas sobre mis labios hinchados por su beso. Mi corazón tamborilea en mi pecho, y una certeza me golpea.

Esto es solo el principio.

La caza acaba de comenzar.

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