Alina
He estado despierta toda la noche, el corazón aún agitado por lo que he visto. La luna llena ahora está oculta tras las nubes, pero el eco de la batalla entre Damon y Caleb aún vibra en mis venas. Los aullidos de la manada, el choque de garras y colmillos… Todo resuena en mi cabeza.
Damon está acostado en la cama, sin camiseta, con una amplia cicatriz roja atravesando su hombro. Finalmente está durmiendo, su respiración es profunda y lenta. Estoy sentada cerca de él, con la mirada fija en su rostro. Incluso en su sueño, su mandíbula permanece tensa, como si se preparara para una nueva batalla.
Extiendo la mano, mis dedos rozan suavemente su mejilla. Él tiembla bajo mi contacto, sus cejas se fruncen ligeramente.
— Damon… murmuro.
Él abre lentamente los ojos. Sus iris dorados me atraviesan, ardientes con una intensidad salvaje.
— ¿Alina?
Acaricio su rostro, mi pulgar deslizándose sobre su mandíbula.
— ¿Estás bien?
Él esboza una sonrisa cansada.
— He estado peor