El elevador todas las mañanas lleva a Evie al último piso, donde queda la oficina del CEO. Margara, su antigua jefa, se ha jubilado y ahora no sabe quién será su nuevo jefe, rumoran que es un hombre déspota, que despide empleados por pequeñeces y esto no le permite conciliar el sueño por las noches. Antes de que las puertas del elevador se cierren, Adam entra al pequeño cubículo. Evie queda impactada pues él no trabaja en aquella empresa. No sabe qué hacer. Su corazón late a toda marcha. Por el rabillo del ojo lo observa: no se han visto desde hace seis años. Él la ignora y esto le parece normal, pues la última vez que hablaron, una tarde debajo de la lluvia, Evie le rompió el corazón cuando rechazó su propuesta de matrimonio. Adam oprime el botón que lleva al último piso y Evie siente una premonición: Adam será su nuevo jefe. Creía que tenía poco tiempo para que él la despidiera, pues nadie quiere tener como secretaria a la persona que una vez rechazó de la peor forma su propuesta de matrimonio. Sin embargo, para sorpresa de Evie, Adam no la despidió, todo lo contrario, decidió hacerle una propuesta: ser la madre de su futuro hijo y a cambio le daría una cuantiosa fortuna.
Ler maisTodas las mañanas, cuando el reloj marca las ocho y media tomo el elevador que me lleva al piso veintiuno. Siempre quedo sola en el ascensor, soy la única que va a ese piso, pues es allí donde queda la oficina del CEO.
Llevo trabajando en la compañía Sanders por cinco años como secretaria, me siento afortunada porque hasta el momento mi jefa Margara me ha tratado bien. Como cualquier trabajo he tenido mis problemas, sobre todo porque la presión que se vive en una compañía tan grande es inmensa.
Por debajo del vidrio de mis lentes me froto el ojo izquierdo. No he podido dormir bien, con esto de la jubilación de mi jefa y las especulaciones del nuevo CEO no he podido dormir.
Las puertas del ascensor se abren y entro seguida de todo un grupo de personas que me arrastran hasta el fondo (el diario vivir).
Las puertas del ascensor están a punto de cerrarse, pero se escucha al fondo la voz de un hombre y no entiendo cómo permiten que entre, si ya no cabe un alma más. Afortunadamente en el segundo piso se bajan tres mujeres y así las personas se acomodan en el pequeño cubículo y me permiten respirar.
Hace calor, me echo aire con la mano izquierda y después acomodo mi largo cabello castaño detrás de mi espalda.
Las personas siguen bajando y ya nos encontramos los pocos que suben a los últimos niveles. Nos conocemos, con el pasar de los años hasta ya nos sabemos nuestros nombres.
—¿Ya te enteraste? —me pregunta Raúl, del área de marketing—. Hoy viene el nuevo jefe, aún no le conocemos la cara, pero ya pidió la renuncia de tres en el área de cartera. —Hago un gesto de impresión—. Venga, Evie, suéltalo ya, serás su secretaria, ¿cómo es que dices que no sabes absolutamente nada de él?
—No es que no lo sepa —explico—, es el sobrino de Margara, como ella no tuvo hijos, bueno, debe darle el mando a su sobrino. Hijo único de los Sanders. Único heredero. Ya sabes cómo funciona esto. No lo conozco en persona, pero ya antes he socializado con personas de esa familia y déjame decirte que la única amable es Margara, no conozco a ningún otro integrante que sea buena persona. Válgame, Dios, ¿cómo me pudieron quitar a tan buena jefa? —Suelto un suspiro de tristeza.
Raúl, que lleva un vaso de papel repleto de café, le da un largo trago y después niega ligeramente con la cabeza.
—Estos jovencitos de hoy en día, ¿cómo pueden entregarle la compañía Sanders a un aparecido que no tiene experiencia de nada? —suelta con amargura—. No ha llegado a la empresa, pero ya está despidiendo gente, lo peor es que son los más antiguos. Seguro y quiere renovar el personal con gente de su edad. —Me repara por el rabillo del ojo—. Bueno, tú te libras, eres bastante joven.
—Pues aún no canto victoria —le digo mientras acomodo el gafete que cuelga de mi cuello—, tal vez y sea de esos jefes que prefieren secretarias rubias y sexys.
Noto el hombre alto y rubio que permanece imperito delante nuestro. Somos los últimos tres que quedan en el ascensor.
Normalmente siempre somos Raúl y yo los que a estas primeras horas de las mañanas nos quedamos solos en el ascensor, él se baja dos pisos antes del mío.
—¿Y este quién será? —le susurro a Raúl.
Él toma otro largo trago de su café.
—Ni idea, seguro algún nuevo que se ha perdido —suelta una risita—. Dejemos que siga perdido, a ver a dónde terminará.
—Pues a este paso se bajará en el último piso —digo y barro de pies a cabeza al hombre frente a mí, es muy alto, con una espalda ancha y lleva puesto un traje oscuro a la medida, se ve costosísimo.
Las puertas del ascensor se abren y Raúl se dispone a salir.
—Ten buen día, guapa —se despide.
Antes de salir le echa una mirada rápida al hombre delante de mí, debe alzar un poco la mirada porque el desconocido lo sobrepasa en altura.
La duda comienza a invadirme, ¿realmente es un nuevo que se le ha olvidado a qué piso va? Avanzo un paso adelante para verle el rostro y disponerme a preguntarle a dónde va.
—Disculpa… —suelto, pero me detengo de golpe.
Es Adam Sanders.
La respiración se me congela. M****a, m****a, m****a…
Vuelvo la mirada al frente, pero siento que sus ojos están puestos en mí. Los segundos pasan muy… lentamente…
Siento una gota de sudor que resbala por mi frente. Mis sentimientos se revuelven, agolpándose en mi pecho, la nostalgia y la culpa hacen que mis pupilas se inunden de lágrimas.
Cabello rubio, ojos azules intensos, piel blanca y un tanto pálida… Qué recuerdos me trae, me llevan a esa tarde de lluvia.
El elevador de detiene, abre sus puertas en el último piso. Adam se dispone a salir y todos mis miedos se hacen realidad.
Da media vuelta cuando se encuentra afuera del ascensor y por primera vez en seis años nuestras miradas vuelven a cruzarse.
—¿No piensas salir, Evie? —pregunta.
Nuestros mundos giraban sumamente cerca en el universo, pero no hacían colisión. Por seis años ha sido así.
Ahora nuestros planetas se han chocado, creando un gran desastre a su paso.
Siento que tengo mi corazón en las manos, palpitando, agonizando. Lo he visto una vez más, lo que tanto añoré, por fin se ha dado.
Adam Sanders, el joven al que le rompí el corazón hace seis años cuando rechacé su propuesta de matrimonio, será mi nuevo jefe.
Los labios de Evie temblaban mientras el nudo crecía en su garganta. Sentada en la silla de madera, su espalda permanecía rígida ante la situación. Era inevitable, la situación estaba planteada y el desenlace había comenzado.—Bien… si esa es la decisión que se ha tomado, bien… —esbozó.Sus palabras salieron de su boca y se escurrieron con poca fuerza por la amplia sala de estar.Un divorcio. Finalmente, su historia al lado de Adam Sanders finalizaría en un inevitable divorcio. La idea comenzaba a marearla, obligándola a parpadear tres veces, creando la inevitable situación en la que una lágrima rebelde se deslizó por su mejilla izquierda.Y, mientras, Adam permanecía imperturbable a su lado. Se había preparado mentalmente para dar la noticia.Un divorcio venía en camino, creando paso ante Evie, dejándola acorralada y vulnerable.—Es lo mejor para los dos, un tiempo para pensar y estar alejados de todo —informó Adam, arrugó el entrecejo y se sorprendió al ver a su mujer llorar—. ¿Po
—Claro que te elijo a ti, eres mi esposa, Evie. —Adam la tomó de las manos y la apretó con fuerza—. Yo a ti te amo, no puedo verme viviendo otra vida si no estás a mi lado. Te amo, Evie, siempre te voy a elegir, en esta vida o en otra. No permitiré que una persona dañe nuestro matrimonio, tuvimos que pasar por tantos problemas para estar juntos que no voy a permitir que venga una persona externa a dañarlo todo.Adam abrazó a Evie, pero aún sentía que ella no podía creer del todo sus palabras.Volvieron a la mansión aún con esa distancia separándolos. Evie subió directo a la habitación, Adam la siguió, quería preguntarle si iban a cenar, pero todo de ella le informaba que lo menos que quería era seguir a su lado.Vio que ella se acostó en la cama y abrazó una cajita roja, presentía que ella quer&iacut
A Francisco le encantó la idea de poder hacer la firma de autógrafos y habló con el departamento de márketing para programar la fecha del evento. Evie no estaba tan preocupada por ello, realmente toda su atención estaba enfocada en la cena que se daría ese viernes. Si iba a conocer a Roberta, lo haría completamente preparada.Se preparó desde mucho antes para la ocasión, arreglándose el cabello y comprando un vestido. Además, quería hacerle un regalo especial a Adam y así encender el amor entre ellos, esperaba el poder darle el detalle esa noche.Sin embargo, nada le avisó que el momento sería tan devastador. Roberta era más joven que ella, con una figura esbelta, de cabello rojo y ojos verdes. Y lo peor de todo, al lado de Adam se veía bastante bien, sonreía y lo observaba como si fuera el hombre más perfecto del mundo.Estaban los tres conversando en aquel gigante salón de eventos y parecía que nada más existían ellos dos, tenían bromas que nada más Adam y Roberta entendían, reían a
—No entiendo por qué Adam me ocultaría algo tan importante —comentó Evie, un leve mareo la empezaba a consumir.—Pues sus razones tendrá Adam, es evidente que no quiere hacerte enojar —dijo Raquel—. Lo único que te aconsejo es que tengas cuidado… Roberta te ve ahora como su mayor obstáculo para poder quedarse con Adam y es de las que le gusta jugar sucio. Ese cuentecito de la compañera de natación es un simple pretexto para estar cerca de él.Ese día, cuando Evie iba en el auto rumbo a la casa, acompañada de Adam, sentía que el cúmulo de emociones quería reventar en su interior, cuestionándose el por qué su esposo le ocultaría el que se veía todas las semanas con una exnovia. Le enojaba mucho más el que se hubiera enojado con ella porque le ocultó que en el pasado tuvo una aventura con Jairo, cu
Evie pasó una mano estresada por su cabello y después observó fijamente a Adam.—¿Crees que yo permitiré que Gabriel sobrepase los límites conmigo? —cuestionó—. ¿Crees que soy capaz de serte infiel?—No… te acabo de decir que no creo que seas capaz de hacerlo —insistió Adam.—Basta —soltó la joven con cansancio—, no quiero discutir contigo.El silencio los consumió, volviendo a crear la distancia entre los dos. Se sentía como estar de pie en diferentes extremos del mismo océano, las olas los iban separando cada vez más.Adam mordió su labio inferior, pensativo, después salió de la habitación. Esa noche durmió en el cuarto de invitados...A Francisco le gustaba llegar a la mansión Sanders y tomar el té con Evie, se sentía como conversar con la élite misma. Pero esa mañana no estaba comiendo ni los panecillos y mucho menos se tomó el té; había llegado para regañar a la joven por no haber aceptado la firma de autógrafos que se programó, así había hecho con muchas entrevistas que se hab
—Si su libro se ha vendido es porque usted es buena escritora —afirma el psicólogo Vides—. La polémica por el fragmento que se relaciona con la masacre de Leanor Doop fue momentáneo, las personas que actualmente compran su libro lo hacen por las buenas reseñas que ha tenido. —Inspecciona a Evie por los gruesos lentes que lleva puesto—. No se lo digo como su terapeuta, se lo comento como lector que ha leído su novela y que espera ansioso que sea publicada la continuación, además, los críticos están hablando de usted como una nueva prodigio de la literatura. —Espera a que su paciente procese sus palabras—. Debería dejar de esconderse, Evie y aceptar los elogios que está recibiendo.A Evie le estaban pidiendo que hiciera firma de autógrafos y también diera entrevistas, pero todo lo rechazaba, vivía encerrada en la mansión, escribiendo
Último capítulo