El ambiente en la habitación se había cargado de tensión. María José sintió su corazón latir con fuerza en su pecho mientras intentaba procesar lo que Isaac le había dicho. No quería creerle, no podía permitirse bajar la guardia, pero sus ojos… Sus ojos reflejaban algo demasiado sincero.
—No sé qué esperas que haga con eso —dijo ella finalmente, cruzando los brazos en un intento de protegerse de lo que sentía.
Isaac la observó en silencio por un momento antes de responder con calma:
—No espero nada. Solo quería que lo supieras.
María José sintió una punzada de frustración. Quería seguir discutiendo, quería encontrar alguna contradicción en sus palabras, pero lo único que veía era la misma mirada intensa que la había cautivado años atrás.
—Olvídalo —murmuró, dándose la vuelta para salir de la habitación.
Isaac la vio marcharse sin detenerla, pero sabía que aquella conversación no había terminado. Porque, al igual que ella, él tampoco podía escapar del pasado.
María José salió de la hab