Hoy es tu noche.
Hoy se cumplían dos semanas desde que Amanda Rivas había cruzado, oficialmente, las puertas de Grupo Arista como parte del equipo… y aun así, había mañanas en las que el reflejo del vidrio del edificio le devolvía la misma pregunta absurda, casi infantil, que se le atoraba en el pecho.
¿De verdad soy yo?
Dos semanas.
Catorce días que, comparados con Van Ness, se sentían como haber salido de un túnel donde siempre faltaba aire para entrar en un lugar donde por fin podía respirar sin pedir permiso.
No es que el miedo se hubiera evaporado —eso no pasaba así de fácil—, pero ya no vivía con esa sensación de estar caminando sobre un suelo que podía abrirse bajo sus pies por culpa de un rumor, una trampa o una sonrisa malintencionada.
En Arista, las personas la saludaban con naturalidad. Le acercaban documentos sin ese tono envenenado de