Los días pasaron rápidamente, y mi barriga empezó a crecer. Todos estaban más animados que nunca — cada día, alguien traía algo nuevo para el bebé. Rosa estaba en la cocina, preparando comida nutritiva: sopa de verduras, pan fresco con miel y manzanas rojas en todas sus formas.
“Mi madre me enseñó que la comida fresca ayuda a que el bebé crezca fuerte”, dijo Rosa, pasándome una taza de té de manzana. “Este té es especial — lo hacía para mí cuando estaba esperando a mi hijo.”
Recuerdo nuevo — Pensé en cuando mi madre estaba esperando a mí. Mi abuela me contaba que mi madre comía manzanas todos los días, y que me cantaba canciones de la luna mientras me acariciaba la barriga. “Tu madre te amaba antes de conocerte”, dijo. “Y tu también amaras a tu bebé igual.” Ahora, sentía ese mismo amor en cada latido.
Ese mediodía, Elena, Sofia y Marta se reunieron en la habitación de Liam y yo para preparar el espacio del bebé. Elena había cosido mantas de tela suave en colores de luna: blanco, plata