CAPÍTULO 11: EL PRIMER RIESGO

El segundo día de preparación empezó con un susto. Marco había salido a vigilar la aldea temprano, pero no volvía. Rosa se puso nerviosa. “Qué le habrá pasado?” preguntó, caminando de un lado a otro en el salón.

“Tranquila”, dijo Liam. “Marco es listo. Seguro se quedó escondido para ver más cosas.”

Pero pasaron las horas y todavía no volvía. Diego decidió enviar dos rebeldes a buscarlo. “Si no vuelven en dos horas, vamos todos”, dijo.

Mientras esperábamos, Mireya me enseñó a usar la luz lunar para ver a distancia. “Cierra los ojos”, dijo. “Pensa en Marco, en su olor, en su voz.”

Cerré los ojos y pensé en Marco — en su sonrisa tímida, en el pan que me daba, en la forma en que se arriesgaba por nosotros. Sentí su presencia en el bosque, cerca de la aldea. También sentí que estaba herido.

“Está en el bosque, cerca del río”, dije, abriendo los ojos. “Está herido.”

Diego dio la orden y todos nos fuimos. Caminamos por el camino secreto hasta llegar al río. Allí, encontramos a Marco acostado
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