—Si quieres más, te lo daré, preciosa… solo tienes que admitir que eres mía… y de nadie más —murmuró Seth directo al oído de Ameline, su tono bajo y seductor, sus dedos trazando círculos lentos en la piel expuesta de su cintura mientras la miraba con una intensidad que la dejó sin aliento.
Ameline se quedó paralizada por un instante, sus ojos abriéndose de par en par ante la sorpresa de su exigencia… una exigencia que iba en contra de todos sus planes…
Su mente dio un vuelco, el peso de sus palabras golpeándola como un recordatorio de su plan, de su lucha por la libertad. Pero el deseo la traicionó, y en un impulso desesperado, se lanzó hacia él, capturando sus labios en un beso feroz, intentando ahogar la pregunta con la urgencia de su boca y que él se olvidara de todo excepto el deseo que los consumía.
Sus labios se movieron con avidez, su lengua explorando la de él con una pasión que buscaba apagar cualquier pensamiento racional. Seth le correspondió por un momento, sus manos d