—¿Qué…? —Seth se incorporó, tomando el rostro de Ameline entre sus manos—. ¿A qué te refieres con que vas a extrañar esto?
El pánico la invadió como una ola fría, su corazón latiendo desbocado al darse cuenta de su desliz y de que él pudo escucharla muy claramente.
Sin pensarlo, se lanzó hacia él, capturando sus labios en un beso frenético, sus manos deslizándose por su pecho para distraerlo de lo que dijo con caricias desesperadas. Sus dedos trazaron líneas ardientes sobre su piel, acariciando sus hombros y bajando por sus brazos, intentando apagar la curiosidad por su pregunta con la pasión de su boca y su lengua intentando buscar la suya.
Pero Seth se resistió, sus labios permaneciendo firmes bajo los de ella, apartándola con suavidad pero con determinación, su respiración agitada traicionando su lucha interna. Ameline, decidida a no dejarlo pensar, comenzó a mover sus caderas con un ritmo lento pero provocador, sintiendo cómo sus cuerpos se conectaban de forma más profunda, el