Ameline estaba de pie frente al espejo de su habitación, el amanecer filtrándose a través de las cortinas y bañando la habitación en una luz suave y dorada.
Su reflejo la miraba con ojos cansados pero decididos, sus manos apretadas a los costados mientras respiraba hondo.
Había pasado la noche inquieta, el recuerdo del collar de cuarzo azul y la breve calidez de la mano de Seth en su mejilla persiguiéndola incluso en sus sueños, junto con las ganas de besarlo y más que eso... Pero hoy era un nuevo día, y tenía que enfocarse.
—Eres fuerte —se dijo, su voz baja pero firme, mirando directamente a sus propios ojos en el espejo—. Puedes hacerlo. Puedes fingir con Bianca. Puedes hacer que crea que confías en ella. —Hizo una pausa, su respiración temblando ligeramente—. No vas a caer en sus palabras. No vas a dejar que te manipule.
En el fondo, sin embargo, un pequeño nudo de miedo se retorcía en su pecho. Las lágrimas de Bianca, sus súplicas, los recuerdos que había desenterrado en el al