Los autos avanzaron por un camino privado hasta el aeropuerto personal de los Rinaldi, el rugido de los motores apagándose mientras las puertas se abrían con un clic seco. Ameline bajó del vehículo junto a Prissy, el aire fresco de la mañana golpeándole el rostro mientras sus ojos se posaban en el avión que aguardaba en la pista.
Tensó la mandíbula al contemplar el avión, pero su atención se desvió cuando vio a Bianca bajarse del otro auto, custodiada por Tucker y Marco.
La figura demacrada de Bianca, flanqueada por los dos hombres, le revolvió el estómago. Marco, con su mirada fría y su postura intimidante, la hizo tener un mal presentimiento que no podía quitarse de la cabeza, y Bianca… su mera presencia la llenaba de una incomodidad que le pesaba en los hombros.
Se inclinó hacia Prissy, su voz baja y cargada de tensión.
—No sé cómo voy a resistir esto… Ella, y Marco… Me siento atrapada en mi peor pesadilla —confesó, sus manos temblando ligeramente mientras se frotaba los brazos