Ameline estaba de pie frente a su cama, la maleta abierta sobre las sábanas desordenadas, mientras metía ropa con movimientos prácticamente mecánicos.
La luz del sol de la mañana se filtraba por la ventana, iluminando el polvo que flotaba en el aire, pero no lograba disipar la angustia que le apretaba el pecho.
Cada prenda que doblaba le recordaba que tendría que convivir con Bianca durante semanas, tal vez un mes, y el pensamiento le revolvía el estómago y la hacia sentir impotente al no tener más opción.
Mientras guardaba una bufanda, su mente divagó hacia el momento en la celda, a esa petición de Bianca de que le pidiera ir "de corazón". ¿Había sido un intento patético de recuperar algo de su antigua amistad, un eco de los días en que confiaba en ella? ¿O solo una forma cruel de humillarla, de obligarla a arrodillarse y mendigar? No lo sabía, y esa incertidumbre la carcomía, dejando un sabor amargo en su boca mientras cerraba la maleta con un suspiro pesado.
Un golpe suave en l