El avión tocó tierra con un traqueteo suave, las ruedas rozando la pista del aeropuerto privado antes de detenerse por completo. Ameline suspiró mientras se desabrochaba el cinturón al momento indicado, el murmullo del personal llenando el aire.
Bajaron todos en fila, el personal moviéndose con precisión militar para descargar las maletas, y Ameline se encontró caminando hacia un auto negro que ya la esperaba, acompañada por Seth y Tucker.
Subieron en silencio, el motor rugiendo mientras salían del aeropuerto, y pronto los edificios de una ciudad desconocida comenzaron a deslizarse por fuera de las ventanillas.
Ameline frunció el ceño, sorprendida al escuchar que se dirigían hacia una nueva mansión Rinaldi, no tan grande como la otra pero ya preparada desde hace años. Miró a Seth en el asiento de al lado en aquel auto lujoso, quien captó su expresión y se inclinó hacia ella para explicar.
—Tengo varias propiedades en ciudades cercanas —explicó, su voz calmada pero con un trasfondo