Capítulo XXX

Sin querer, rasguño mi brazo no vendado con una rama al pasar debajo de un árbol viejo. Cassius ignora el aroma de mi sangre y sigue caminando sumido en las estrategias que hilvana desde que nos alejamos de la ciudad destruida.

Inspiro hondo y lo sigo con rapidez.

Sé que Brunilda nos observaba cuando decidimos marcharnos. Asimismo, sé que le irá bien en el bosque muerto. Me encantaría conocerlo, pero ahora no es una prioridad.

«Uhm, el invierno es más caótico aquí», pienso mientras restriego mis brazos.

Aún tengo unos huesos rotos, pero no los siento ni el dolor. No me asombra, no después de conocer hasta qué límite llega mi cuerpo. Sin embargo, puedo sentirme un poco agobiada por desconocer el porqué de esta habilidad.

Decido observar mi entorno para distraerme y no rebanarme más los sesos.

El bosque es extenso, lo percibo po

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