Capítulo XXXI

Suelto un sonido de alivio al ver que amanece y que el bosque ya está dejándonos llegar a su final. No dormí, seguimos de largo. Aunque Cassius me sugirió que durmiera, que él velaría mi sueño, me negué. Sería valioso tiempo perdido. No dijo nada más, solo continuó con la caminata a paso apresurado.

Sus largas piernas me dejan tirada con facilidad. Pese a que mis piernas también son largas, no lo son tanto como las suyas. Da zancadas de varios centímetros mientras yo me limito a dar unas que son la mitad de las suyas.

Me pesa la cabeza y me arden los ojos por la falta de sueño, pero no es nada que me haga desfallecer, no todavía. La ansiedad me ayuda a seguir de pie.

—¿Cuánto falta? —le pregunto por fin a su lado.

Me echa una rápida ojeada antes de posar su mirada al frente.

—Tal vez unos diez kilóme

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