Capítulo XVI

Observo al señor Ándalos con los ojos entrecerrados. Su amargura me insta a quitarle la pipa y guardarla en el bolsillo interior de mi chaqueta. Refunfuña por lo bajo y me ve con un ojo más abierto que el otro.

—Es un trabajo difícil lo que pides, anciano.

—Muchacha, más respeto.

Me jacto.

—Más respeto deberías darme porque ni siquiera tienes la decencia de dejar de fumar justo frente a mi cara. Si no te hubiera quitado la pipa, ni dos baños me quitarían el aroma a tabaco.

Se cruza de brazos.

—Lo lamento. La costumbre a veces no me permite pensar concienzudamente.

Entorno los ojos por su sarcasmo.

—¿Solo necesitas arar y nada más?

Asiente y mete las manos en los bolsillos delanteros de su saco.

—Oliver estará ocupado toda esta jornada repartiendo provisiones.

Me ubico a su costado y escruto el terreno frente a nosotros. De verdad necesita estar más humedecido y con suficiente sol para que las pla

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