Aria permanece en el balcón, con la mirada perdida en el bosque. La oscuridad entre los árboles no la inquieta como antes, pero un leve temblor le recorre la espalda al recordar lo que solía sentir desde niña. Ese miedo visceral, el terror a esa figura infantil corriendo entre las sombras, perseguida por una criatura que sus pesadillas han dibujado una y otra vez. Un lobo negro. Siempre el mismo lobo.

Se lleva ambas manos a la cabeza, apretando con fuerza, como si eso pudiera silenciar el torbellino de pensamientos que se desbordan dentro de ella. No quiere seguir viendo, no quiere seguir recordando eso que la estremece. Pero ya no puede detenerlo.

Entra de nuevo a la cabaña, camina lentamente como si llevara una carga pesada sobre los hombros. Cierra la puerta y, en cuanto el pestillo hace clic, se apoya en la madera como si sus piernas flaquearan. Luego camina directo a la cama. Toma el celular entre las manos temblorosas y abre el archivo que Thane le envió. El primero es el docume