Punto de vista de Jason
Estaba enloquecido. No podía dejar de pensar en Sofía, en cómo respondía a mis caricias, en el calor de su cuerpo mientras exploraba cada centímetro de su piel. Sabía que a lo mejor no era mi mate, pero eso no me importaba. “No necesito ser su mate para poseerla”, me repetía, con un deseo ardiente que crecía dentro de mí como un fuego incontrolable que devoraba mi razón.
El recuerdo de Sofía jadeando bajo mi cuerpo, con los labios entreabiertos y la piel húmeda por el placer, me hacía arder de lujuria. La imagen de sus ojos cerrados, llenos de éxtasis, me llenaba de una necesidad casi visceral. Haber sido el primero en llevarla al límite, en tocar lo que nadie más había tocado, me provocaba una erección casi dolorosa. Mi mano bajó lentamente, rozando mi miembro endurecido, mientras cerraba los ojos y revivía cada detalle.
“Su cuerpo me pertenece”, me decía, apretando mi erección, masajeándola con firmeza. Podía sentir cómo mi lengua había recorrido la suavidad d