Punto de vista: Max
Soy Max Roberts, futuro Alfa de la manada Nova Luna. Actualmente vivo en Australia, donde estudio junto a mi séquito. Extraño a mis padres: el Alfa Antonio y la Luna Graciela Roberts. En la manada solo usamos el apellido del padre y, al casarse, las mujeres adoptan el de su esposo.
Tengo una hermana de 16 años. Es bastante malcriada y egoísta, pero la adoramos. No es mala, solo inmadura. Mi madre dice que últimamente ha cambiado: está más centrada en sus estudios y evita mencionar que es hija del Alfa para que nadie atribuya sus logros a su apellido. Eso me llena de orgullo.
Mi mejor amigo, Jason, será mi Beta cuando reemplace a su padre, el actual Beta Charles. Crecimos juntos y siempre compartimos todo, así que elegirlo fue natural para mí. Sé que suena egoísta, pero jamás consideré a otra persona.
Siempre hemos competido de igual a igual, lo que fue un verdadero reto para mí. Recuerdo que cuando tenía 15 años, y aún estudiaba en el instituto, todos querían desafiarme por ser hijo del Alfa. Una vez, el campeón de lucha del instituto —un Gamma— me retó. Jason quiso intervenir, pero los rumores comenzaron de inmediato.
Mi padre me advirtió: “Un Beta nunca debe superar al Alfa”, porque eso genera dudas y conflictos. Así que acepté el desafío. Terminé golpeado… pero gané.
Mi madre se enfadó. En cambio, mi padre me dedicó un gesto de aprobación. Desde entonces, me comprometí a entrenar con más disciplina, a estudiar con más empeño y a asegurarme de que Jason nunca volviera a superarme, ni siquiera en los entrenamientos.
Durante la formación del equipo que vendría a Australia, conocimos a Lucas Sanz, un Omega. En ese entonces era delgado y parecía débil, pero resultó ser rápido, silencioso y sorprendentemente fuerte. Lo incluimos en la lista y comenzamos a observar su progreso. También estaban los gemelos, excelentes en combate y ferozmente competitivos entre ellos. Juntos eran formidables, pero por separado aún necesitaban pulirse.
Ahora tengo 22 años. Mi séquito está formado por: Jason, mi Beta; Lucas, mi Gamma; y los gemelos, nuestros Delta. Jason y Lucas tienen 21 años, y los gemelos 20. Ellos se esforzaron para completar dos años en uno y así poder viajar con nosotros; de otro modo, habrían tenido que quedarse atrás.
Aunque tengo los recursos para volver a la manada cuando quiera, no me parece justo. Mi padre es un líder sabio y respetado, y quiero seguir su ejemplo. No considero prudente regresar si los futuros miembros de mi círculo de confianza no pueden acompañarme.
Al llegar a Australia, hicimos un pacto: solo volveríamos a la manada cuando estuviéramos titulados, sin imaginar lo difícil que sería cumplirlo.
Nos hemos acostumbrado a esta vida, pero en fechas importantes —cumpleaños, Navidad, celebraciones— la nostalgia nos golpea fuerte.
Ninguno de nosotros ha encontrado aún a su mate. Aunque he salido con chicas humanas, cambiaformas e incluso una bruja, no me considero un mujeriego… aunque sí tengo experiencia.
Los gemelos también salieron con una bruja, pero la relación terminó rápido. Ellos no comparten nada, ni siquiera su mate o pareja.
Yo tuve una relación más larga con una bruja. Fue intensa, aunque terminó abruptamente cuando los gemelos descubrieron que me estaba dando pociones de amor. La relación acabó de inmediato. Aun así, debo admitir que la disfruté mucho… la relación con ella también, si entienden a qué me refiero.
Por ahora, seguimos solteros, sabiendo que será temporal. Cuando encontremos a nuestras verdaderas compañeras, todo cambiará.
En nuestro mundo, lo primero que alguien pregunta si te ven interesado en otra persona es:
A veces, el vínculo entre dos personas va más allá del deseo físico. Son novios, se aman, sueñan con casarse y elegirse mutuamente como mates. Pero cuando aparece el verdadero vínculo predestinado, todo cambia.
En algunos casos, el amor por esa pareja elegida es tan fuerte que deciden marcarse como mates, rompiendo así el lazo con la futura pareja predestinada. Marcarse es sellar el alma del otro como propia. A partir de ahí, pueden formar una familia y ser felices.
¿Y el mate rechazado?