Punto de vista de Lucas
Regreso a casa después de lo ocurrido en las mazmorras. Mi cuerpo aún tiembla de rabia, pero intento contenerla. Me encierro en el baño y dejo que el agua fría de la ducha corra sobre mí, buscando calmar la tormenta interna. Pero no funciona. Cada gota que cae sobre mi piel parece avivar el fuego, no apagarlo.
Y mientras el agua corre, los recuerdos me ahogan. Rocío. Mi hermana. Su mirada vacía. Su cuerpo temblando. Su voz quebrada.
¿Cómo no lo vi? ¿Cómo la dejé sola, en medio de su dolor?
Salgo de la ducha con la determinación grabada en los huesos.
Cuando bajo, los encuentro a todos en la sala. El ambiente es tenso, pero lo único que veo es a ella: Rocío, sentada en un rincón, envuelta en otro de mis polerones. Ese pequeño gesto, que antes era solo cariño fraternal, hoy parece un escudo contra el mundo. Mi hermana, siempre tan coqueta, segura y fuerte, ahora se ve frágil. Rota.
Y eso me destroza.
No puedo permitir que vuelva a sentirse así. Nunca más.
Lanzo u