Cualquier maldita opción era correcta.
Aunque a medida que pasaban los minutos, quizás en mi cabeza horas, solo me di cuenta de que en verdad era la envidia lo que más predominaba en mis emociones.
Ya que no logré evitar sentirme así cuando la mujer finalmente acabo completamente satisfecha por la atención, quedando dormida de inmediato.
No logré evitar sentir envidia cuando ese hombre alzó su cuerpo y presumió del sudor viajar por su frente, esos cabellos azules desordenados y como con descaro acariciaba su falo aún erecto bajo mi mirada.
¿Es un pecado desear a este hombre de dudosa economía?
Por qué es difícil no hacerlo, a pesar de su novia, a pesar de que hace tan solo un año atrás no lo quise para mí por ser tan perfecto.
Y ahora que veía lo imperfecto que es, si lo quiero.
—No conocía tu afán por la pornografía en directo.
Su masculinidad fue resguardada nuevamente en su pantalón y con total atrevimiento se fue acercando hasta el armario.
Un grito de horror salió de mis labios,