Harper se mantuvo en la oscuridad del pasillo, el pulso aún martilleaba en sus sienes. Observó cómo el detective Vaughn, completamente frustrado, se alejaba, disculpándose con la mujer equivocada.
La sensación de alivio fue una ola que la hizo tambalearse con las arcadas de regreso, pero la superó rápidamente ante la realidad cruda de su situación. Había escapado por un momento, sí, pero la sombra del pasado era larga y persistente.
Y ahora, esa sombra también se cernía sobre Damon, el hombre que, con su arrogante desdén por la privacidad, la había protegido.
Con la adrenalina aun fluyendo en su sistema, su mente se aclaró. Damon estaba en peligro, y ella era la única que podía ver la amenaza desde una perspectiva diferente, una perspectiva que él, con todo su poder y su cinismo, nunca podría comprender.
De algo tendría que servirle su “paseo” por la prisión.
El impulso de volver a su habitación y contarle todo se hizo urgente. El momento era ahora. No podía seguir escondiéndose bajo