Paula
Observé el paquete sobre la mesa junto a la carta que reposaba en mis manos. ¿Quién era el legítimo destinatario? No lo sabía, pero pronto lo descubriría.
Los pasos de mamá me alertaron, por lo que guardé la tarjeta con tranquilidad como quien oculta una grieta bajo la alfombra.
—Oh cariño, ¿y esa caja? ¿Mandaste a pedir cosas en línea?
—Sí, lo compré porque estaba en oferta. No es la gran cosa.
Mamá asintió y sin más desapareció hacia su habitación. Yo me limité a hacer lo mismo, colocando la misteriosa caja sobre el escritorio mientras cerraba la puerta y encendía la luz.
Corté la cinta que lo sellaba y procedí a abrirla.
En su interior reposaba solo una cosa: una foto.
Pero no era cualquier foto. Era yo.
Una versión más joven y decidida de unos ¿17 años tal vez? Estaba recostada sobre una larga mesa de conferencias rodeada de varias personas que me observaban en secreto. Sus rostros estaban difuminados, por lo que era un poco difícil distinguirlos. U