Paula
Mamá retrocedió lentamente, percibiendo mi tono de voz. Su mirada buscaba respuestas en la mía. Yo por mientras ya había comenzado a repasar mentalmente todas las posibles personas que sabían mi dirección, pero no podía llegar a una en específico.
Otro golpe, esta vez más firme.
Mi corazón se aceleró, no de miedo, sino de anticipación.
—Ve a tu habitación, mamá —le pedí más con urgencia que con dulzura.
—Pero Paula…
—Por favor.
Ella obedeció. No porque entendiera, sino porque mi tono de voz anunciaba que algo no andaba bien.
Me acerqué a la puerta con cautela, sin abrirla.
En el suelo, había un sobre negro que se deslizó bajo la puerta. Adentro reposaba una tarjeta dorada con letras blancas.
“Señorita Jones, su asistencia será esencial esta noche. Dirección: Residencia Anderson. Hora: 8:00 pm. No responda este mensaje, solo acuda.”
Sin firma.
¿Era Dominic? No. Él no se expresaba de esta manera y siempre firmaba al final.
Coloqué la carta sobre la mesa y la