XII Los hijos no son perfectos
¿El sexo sería siempre tan alucinante? Esa era una de las preguntas que se hacía Vlad, descansando unos instantes junto a Sam. Él recordaba su primera vez. Estaba ebrio y lo había hecho con una desconocida que luego se convirtió en su novia. No recordaba otras veces con Rose, sólo esa, la primera. No había estado tan bien, quizás por su falta de experiencia y el alcohol. El alcohol dificultaba la excitación y la erección. También recordaba a Antonella en el armario de Ingen, había sido divertido. Esa era su vida sexual hasta ahora. Nada se comparaba con el presente.

La primera vez con Sam había sido toda una locura, con ella medio muerta teniendo delirios religiosos y él, trastornado por un dolor aterrador. En la segunda habían estado más conscientes y había resultado más placentera para ambos, pero seguía pareciéndole extraña la forma en que ella lo atraía, como si se hubiera dado una ducha con afrodisíacos, como si exhalara feromonas. No excitaba su cuerpo, sino su cabeza, su mente l
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