"¿Quieres que hagamos nuevos recuerdos juntos?"
Esa fue la pregunta con la que comenzaría la nueva vida de Sam y Vlad. Los nuevos recuerdos nunca estaban de más, sobre todo si eran tan deliciosamente perversos como los que ellos hacían.
Terminado el cumpleaños de Ingen y sumando al festejo el compromiso, ellos se retiraron a descansar.
"Descansar" en realidad, porque se dedicaron a gastar energías en vez de preservarlas. Había toda una colección de juguetes que Vlad debía estrenar con Sam. Las bolas chinas tenían ahora toda una familia compuesta por artilugios diabólicos y los aliados se habían multiplicado. Tendrían que dosificar para que su futuro matrimonio no se volviera monótono.
—¿Vamos a vivir aquí? —preguntó Sam.
Ella nunca tuvo una casa, un lugar al que llegar y que pudiera llamar "su hogar". Se la pasaba de hotel en hotel, dependiendo del clima o la temporada y siempre le hizo falta donde echar raíces. Vlad, en cambio, luego de cada una de sus fugas, siempre acababa regre