Mundo ficciónIniciar sesión—¿Qué demonios hiciste, muchacho? —cerró los puños de inmediato cuando Fabricio se encogió.
Desde el principio, Fabricio sabía que al hacer lo que Alessia le había pedido, se metería en un gran problema con Enrico.
—Lo siento mucho, patrón —cerró los ojos, imaginando que Enrico se abalanzaría sobre él y le golpearía hasta que sus manos se cansaran—. Ella dijo que su vida dependía de eso.
Enrico ni siquiera levantó el brazo; no golpeaba ni a sus propias hijas, y jamás cometería la locura de agredir a uno de sus empleados. Se le consideraban muchas cosas, pero nunca un hombre violento en sus acciones.
—¿Cuánto le diste? —aflojó, abriendo las manos y alejándose del joven.
Lentamente, tras escuchar la pregunta, Fabricio abrió los ojos y observó a Enrico







