— Necesitamos salir de aquí —Antonella se arrastró agachada, mientras agarraba la mano de Dominique y se dirigía hacia la escalera de emergencia.—¿Qué estás haciendo, amiga? —Dominique la interceptó a mitad del trayecto, mirándola a los ojos asustados—. Tienes una entrevista de trabajo.—No puedo trabajar aquí —dijo—, y al sentir que el corazón iba a explotar, se detuvo, apoyándose contra la pared detrás de ella y deslizó su cuerpo hasta los escalones—. Sé que mi padre querrá matarme cuando sepa que no hice la entrevista, pero no puedo trabajar para Benjamín, para el hombre que me abandonó en el altar y luego, fingiendo no conocerme, me llevó a la cama.—Tampoco eres tan inocente, Antonella —Dominique se agachó junto a ella y, al notar la desesperación de su amiga, trató de ser solidaria—. Pero es como un dios griego, ¿quién resistiría tanta belleza?Antonella entrecerró los ojos en señal de desaprobación ante el comentario de Dominique. Sabía que, en el fondo, solo intentaba ayudar.
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